LA CULPA | Cómo vivir libre de remordimiento


La Culpa

Cómo vivir libre de remordimiento

por June Hunt

¿Se encuentra usted en una batalla emocional debido a la culpa? ¿Es ésta un instrumento amoroso de Dios que él está usando para convencerlo, corregirlo, y conformar su carácter cuando se descarría? ¿O más bien esta usted luchando contra la vergüenza y la culpabilidad cuando ésta se hace presente es su corazón? La culpabilidad puede ser una compañera enviada por Dios que le habla al oído con la verdad y lo motiva a arrepentirse y a ser libre. Pero la falsa culpa es un enemigo cruel que se encuentran dentro de nosotros y que no nos hace más piadosos, sino que nos hace sentir una tristeza superficial que ¡en verdad mata el alma!

“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte”.

(2 Corintios 7:10)

I.  Definiciones

El conocido diálogo de la antigua obra Julio César de Shakespeare dice: “¡Et tu, Brute!” Este es un ejemplo de cómo un enemigo puede envolverse en el manto de la amistad. Esa frase significa “¡Y tú también, Bruto!” y con el último suspiro, el emperador Julio César denunció a su falso amigo traicionero que le dio el golpe de gracia. Con mucha frecuencia la culpa es como ese enemigo invisible… un adversario que quiere destruir el valor que Dios nos ha dado. Cuando se sienta esclavizado por la culpa. pregúntese: ¿se está enfrentando a un amigo o a un enemigo?

“¿Está sintiendo la convicción de pecado que viene de Dios, o las emociones negativas de los enemigos que tiene dentro?”

 

A. ¿Qué es la culpa verdadera?

Nadie escapa de la culpa. Desde la primera infancia la experimentamos cuando robamos una galleta o decimos una mentira. La palabra hebrea del Antiguo Testamento es asham, que tiene muchos derivados. Según esa palabra, existen tres dimensiones de la verdadera culpa.

     Culpa significa haber fallado, merece un castigo y demanda un sacrificio.

     La culpa verdadera es un pecado cometido contra Dios.

     Cuando pecamos nos sentimos culpables, y debemos pagar una penalidad por nuestra falta con objeto de restaurar nuestro compañerismo con Dios.

Después que David adulteró con Betsabé, clamó a Dios diciendo: “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”. (Salmos 51:4)

Perspectiva del antiguo testamento en cuanto a la culpa verdadera

 

La culpabilidad verdadera es resultado del pecado

En el principio, Dios creó al hombre y la mujer a su imagen. Esto significa que fuimos diseñados para reflejar el carácter divino en todo lo que hacemos. Por tanto, la culpa resulta de “cualquier acto que cometemos contra lo que es Dios”. Esos actos son una afrenta para el Señor y él los considera pecados.

“Después que David hubo censado al pueblo, le pesó en su corazón; y dijo David a Jehová: Yo he pecado gravemente por haber hecho esto; mas ahora, oh Jehová, te ruego que quites el pecado de tu siervo, porque yo he hecho muy neciamente”.

(2 Samuel 24:10)

La culpabilidad es la condición en que estamos cuando pecamos

La culpa es un hecho, no un sentimiento. Todos somos culpables porque hemos fallado. La Biblia hace hincapié en que todos somos responsables de nuestro comportamiento y en última instancia, daremos cuentas a Dios. Esto se aplica a la vida cotidiana. Si deliberadamente usted decide no reducir la velocidad de su auto y pasa por una zona de velocidad restringida, recibirá una multa por parte de un policía que probablemente le diga: “Aunque ignore la ley, usted no está exento de ella”.

“Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación. Y el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá perdón de cualquiera de todas las cosas en que suele ofender”.

(Levítico 6:6–7)

La culpa verdadera exigía un pago sacrificial por violar la voluntad escrita de Dios

En el Antiguo Testamento, Dios estableció que se presentara una ofrenda especial de “expiación” por violar las leyes divinas o los derechos de otras personas. Después de hacer restitución a la parte ofendida o afectada, se rociaba la sangre de un carnero sin defecto en el altar del templo. Ese carnero sacrificial se convirtió en la “ofrenda de expiación”, que aseguraba el perdón y la reconciliación con Dios.

“Y para expiación de su culpa traerá a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación.

Y el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá perdón de cualquiera de todas las cosas en que suele ofender”.

(Levítico 6:6–7)

Perspectiva del nuevo testamento en cuanto a la culpa verdadera

 

En el Nuevo Testamento, el sentido que se da a la culpa verdadera es judicial. Muchas palabras griegas que se traducen como “culpa” o “culpable” tienen una implicación legal y sugieren que hay responsabilidad personal. Por ejemplo, la palabra griega enochos significa “culpable de un pecado que merece castigo”. Cada uno de nosotros será llamado a cuentas y responsabilizado de sus faltas, ya sea en una corte judicial o bien en el tribunal divino en el cielo. Así como el Antiguo, el Nuevo Testamento señala que la verdadera culpa consta de los tres aspectos citados arriba.

“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”.

(Romanos 14:12)

La verdadera culpa es resultado del pecado

“De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor”.

1 Corintios 11:27

La culpabilidad es la condición en que estamos cuando pecamos

“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos”.

(Santiago 2:10)

La culpa verdadera exige un pago sacrificial por violar la voluntad revelada de Dios

“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”.

(Hebreos 10:10)

El Cordero inmolado de Dios

(el único pago aceptable por nuestras culpas)

 

El cordero sin defecto del Antiguo Testamento que se ofrecía como ofrenda por la expiación del pecado sólo fue un anticipo de Jesucristo, el Cordero sacrificial de Dios. Así como se derramaba la sangre en el altar del templo para asegurar el perdón de Dios, la sangre derramada por Cristo cubre nuestros pecados personales y hace posible la reconciliación con el Padre celestial. ¿Ve usted su pecado como Dios lo ve? ¿Alguna vez ha aceptado el sacrificio que hizo Cristo a favor de usted y confiado en él para que sea su ofrenda personal para expiar su pecado?

Pasajes de Isaías 53:6–10

“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros… como cordero fue llevado al matadero… Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento.

Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada”.

PREGUNTA:

 

“¿Cómo debo responder a la verdadera culpa?”

 

RESPUESTA:

 

Usted experimenta culpa verdadera cuando reconoce que ha pecado.

Observe la sinceridad de David en Salmos 32:5 donde dice: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad… Y tú perdonaste la maldad de mi pecado”. ¿Cómo respondió Dios? Perdonándolo. Usted recibe la misma respuesta. 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Dios es fiel y él siempre nos da lo que promete. No sólo nos perdona, también elimina nuestro pecado.

“Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”.

(Salmos 103:12)

 

B. ¿Qué es culpa falsa?

La culpa falsa se basa en sentimientos que nos condenan porque no hemos cumplido con las expectativas que teníamos o que otros tenían de nosotros.

     La culpa falsa surge cuando usted se condena a sí mismo aunque no haya hecho nada malo o cuando se sigue culpando aun después de haber confesado y abandonado su pecado.

     La culpa falsa lo mantiene esclavizado bajo tres armas poderosas la VERGÜENZA, el TEMOR y el ENOJO.

     Es irónico que la confesión no resuelva la culpa falsa. Apocalipsis 12:10 dice que Satanás es “el acusador de nuestros hermanos”. A él le encanta poner sobre los creyentes el peso de la culpa falsa y la auto condena. Algunas de sus estrategias favoritas son: Traer a la memoria el pasado, recordarnos nuestros fracasos, y convencernos de que Dios no puede perdonarnos ni aceptarnos.

“el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.

(Apocalipsis 12:10)

PREGUNTA:

 

“¿Cómo puedo dominar la culpa y la vergüenza que siento porque mi esposo me acusa de ser la culpable del maltrato que me da? ¿En verdad merezco sus malos tratos? ¿En verdad es mi culpa?”

 

RESPUESTA:

 

Una de las características de las personas violentas es que acusan de sus propias acciones a las personas a quienes maltratan. Culpar a otros es una forma de controlarlos y evitar cualquier resistencia. Nadie merece ser maltratado. Y nadie puede hacer que otro peque. Sólo su esposo es culpable de sus acciones. Usted no es culpable de lo que él decide hacer. La culpa es de él y no de usted.

“Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; Serán avergonzados los que se rebelan sin causa”. (Salmos 25:3)

 

Vergüenza

 

Muchas personas piensan que la culpa y la vergüenza son lo mismo pero esto no es cierto.

     La vergüenza es una emoción dolorosa provocada por un sentido de culpabilidad muy fuerte.

     Usted experimenta vergüenza cuando su culpabilidad pasa de reconocer que ha hecho algo malo a la convicción de que usted es malo.

     La vergüenza no se basa en lo que usted ha hecho, sino en que se avergüenza de lo que usted es.

Aceptar que se es defectuoso ocasiona un profundo sentimiento de devaluación y un constante temor a ser abandonado y rechazado. A menudo, las cicatrices emocionales provocadas por la vergüenza son devastadoras y pueden durar toda la vida.

“Si fuere malo, ¡ay de mí!

Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza”.

(Job 10:15)

Efectos secundarios de la vergüenza

     La vergüenza provoca un intenso deseo de mantener un control rígido de las emociones y el comportamiento.

     La vergüenza produce una soledad interna que provoca una dependencia enfermiza.

     La vergüenza hace que pierda usted el gozo de su salvación.

     La vergüenza le impide meditar en la palabra de Dios.

“Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; mas con los humildes está la sabiduría”. (Proverbios 11:2)

Miedo

 

La vergüenza y el temor son parientes cercanos. Se originan en un hogar donde los padres ejercieron una disciplina muy rígida y mostraban actitudes degradantes. El miedo surge sin ser notado como subproducto de la culpa falsa. Siempre que la vergüenza nos atenaza también experimentamos:

Miedo de no ser digno

Si es un niño:      “A nadie le importo. Soy malo”

Si es adulto:         “¿Para qué pido ese trabajo? No me lo darán de todos modos”.

Miedo al rechazo

Si es un niño:      “Si les muestro interés, no querrán jugar conmigo”.

Si es adulto:         “Nadie que valga la pena querrá casarse conmigo”.

Miedo al castigo

Si es un niño:      “Si no le doy gusto a mami, dejará de hablarme”.

Si es adulto:         “Dios está enojado y quiere castigarme”.

Miedo a la soledad

Si es niño:            “No soy bueno ni atractivo como otros”.

Si es adulto:         “Si en realidad supieran cómo soy, no les gustaría”.

“Dios es amor… En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo.

De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.

(1 Juan 4:16, 18)

Resutados Del Temor

Si usted vive temiendo el rechazo, solitario, o con la sensación de que es indigno, desarrollará una personalidad basada en el temor. Esa personalidad, profundamente arraigada en la vergüenza que experimentó en su infancia, puede acompañarlo por el resto de su vida. Tal vez usted use la ropa de un adulto exitoso, pero muy dentro de su corazón anidará el temor a que se descubra que es una persona necesitada, lo cual le impulsa a esconder lo que realmente es. Esa deshonestidad le impide encontrar amor e intimidad en sus relaciones más cercanas.

“Y él [Adán] respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”.

(Génesis 3:10)

 

Esto se manifiesta en:

Dificultad para expresar sus sentimientos

Dificultad para arrostrar los fracasos

Dificultad para aceptar las criticas

Dificultad para enfrentar el conflicto

Dificultad para aceptar responsabilidades

Dificultad para estar solo

Dificultad para sentir empatía

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.

(Isaías 41:10)

Enojo

 

Tal vez usted pregunte: “¿Qué tiene que ver el enojo con la culpa?” El enojo es la forma normal en que combatimos los sentimientos te culpa. Ésta última se pone en contacto con nuestra antena emocional y nos envía mensajes de vergüenza. Cuando usted se avergüenza por algo malo que hizo, aflora la temida amenaza de rechazo, y el enojo se convierte en el arma más cercana para atacar a:

La persona que se enfrenta a usted y descubre sus faltas.

“Ella me critica y me hace parecer un tonto frente a mis amigos”.

La persona que es importante para usted que descubre sus fallas y puede rechazarlo.

“Mi papá quiere a mi hermano más que a mi porque él hace todo mejor que yo”.

La persona que sufre (usted), y que desea ser aceptada.

“Me odio por ser inferior y no estar a la altura de los demás”.

“Temblad, y no pequéis; Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad”.

(Salmos 4:4)

Dando rienda suelta al enojo

 

La mayoría de las personas no reconoce el poder destructivo de la culpa falsa sobre las relaciones. Pero el papel que juega el enojo para desbaratar las relaciones es aún menos evidente. Puesto que la ira es una emoción amenazante y peligrosa, a menudo tratamos de esconderla manteniendo el control de las cosas. La necesidad de controlar lo que nos rodea provocada por el enojo escondido es donde la culpa falsa surge como el enemigo más manipulador y engañoso.

     Queremos controlar siendo rebeldes

“Si no te gusta cómo soy, ni modo”.

     Queremos controlar atacando al otro

“Tú dijiste que soy deshonesto, y es que ¡siempre me criticas!

     Queremos controlar culpando a otros

“No pude terminar mi tarea porque tuve que ayudar a otro”

     Queremos controlar escondiendo nuestras emociones verdaderas

“Yo nunca me enojo. La gente no puede evitar ser como es”.

     Queremos controlar aceptando toda la culpa

“Lo siento, fue mi culpa. ¿Me perdonas?”

(La motivación es aliviar nuestra culpabilidad en vez de cambiar nuestro comportamiento.)

“porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios”.

(Santiago 1:20)

pregunta:

 

“¿Cómo puedo resolver la culpa falsa?”

 

respuesta:

 

La próxima vez que la pantalla de su mente empiece a recordarle sus pecados pasados, reconozca que esa tentación viene de Satanás, el acusador, que quiere desanimarlo. Pregúntese: “¿Qué es lo que estoy escuchando?” (Acusación.) “¿Qué estoy sintiendo?” (Culpa.) “¿Cuáles son los hechos?” (He sido totalmente perdonado.) Utilice la Biblia como el estándar para determinar lo que es verdadero y lo que es falso. Puesto que usted ha recibido a Jesucristo como su Salvador personal y puesto que el Salvador murió para pagar por sus pecados, decida centrarse en la verdad de Dios. Busque Romanos 8:1 y conviértalo en su oración: “Te doy gracias Padre, que tú no me condenas y no quieres que yo me condene a mí mismo. Estos sentimientos de culpa falsa no son válidos porque he aceptado el sacrificio de Cristo y he abandonado mis pecados”.

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. (Romanos 8:1)

 

II. Características Y Síntomas

En contraste con las acusaciones condenatorias de Satanás, el Espíritu Santo nunca condena a los verdaderos cristianos. Romanos 8: 1 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. Debido a que Dios es un padre justo, algunas veces permite que usted cargue con las consecuencias de su pecado. Con esto quiere animarlo a que cambie. (Lea Hebreos 12: 4–11.) Pero al mismo tiempo pondrá en su corazón el deseo de hacer su voluntad.

“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

(Filipenses 2:13)

A. El enemigo es desenmascarado

Conozca las dos clases de culpa: La primera es una amiga que dice la verdad y lo dirige con gentileza a arrepentirse y buscar perdón. La otra, es una conspiradora secreta que lo tienta y lo condena produciéndole deshonra y vergüenza interior. La culpa falsa aflora cuando usted se culpa a sí mismo aunque no haya hecho nada malo, o cuando continúa culpándose aun después de haber confesado su pecado y de haberlo abandonado.

“Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor aún buscando a quien devorar”.

(1 Pedro 5:8)

Culpa verdadera

 

Culpa falsa

 

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”. (Juan 16:13)

 

“…porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos (Satanás), el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.

(Apocalipsis 12:10)

 

Se Basa en Hechos

“Hice mal al llevarme a casa los artículos de oficina para mi uso personal. A eso se llama robar”.

 

Se Basa en Sentimientos

“Me siento horrible. Y es porque soy horrible por desear lo que no es mío y lo que es peor, por tomarlo. ¿Cómo pude caer tan bajo, que me llevé a casa los artículos de la oficina?”

 

Produce dolor por el pecado

“Mi falta de honestidad me hace consciente de cuánto me falta para reflejar el carácter de Cristo. Querido Dios: Quiero cambiar, estoy muy triste de haber avergonzado a mi Salvador”.

 

Produce temor a las consecuencias

“Debí trabajar el fin de semana para reponer mi tortuguismo. Ahora mi jefe tal vez me despida. Si hubiera logrado más, no estaría en esta situación”. ¿Cómo voy a pagar las cuentas, qué le diré a mi esposa?

 

Produce la convicción del Espíritu Santo

“Ahora veo que mi actitud estaba equivocada al suponer que la empresa me debe lo que tomé”.

 

Produce la condena de Satanás

“Soy una persona horrible por estar enojado con mi jefe”.

 

Resulta en arrepentimiento

“Quiero ser íntegro. Restituiré lo que tomé de la oficina y pediré a Dios que me dé la fuerza para cambiar mis hábitos deshonestos”.

 

Provoca depresión

“¡Quizá debo darme por vencido! Nunca seré lo que debo ser. No soy bueno, y nunca cambiaré, no tengo remedio”.

 

Acepta el perdón

“Estoy agradecido porque tengo un Padre celestial que siempre me perdona, sin importar lo que haya hecho”.

 

Se solaza en la auto compasión

“Siempre quiero hacer lo mejor, pero no tengo las ventajas de otros. Si tuviera mejor empleo, no tendría que robar cosas”.

 

Se apropia de la obra consumada por Cristo

“Sólo confiando en Jesucristo para que supla mis necesidades y por su obra redentora en mí, podré ser la persona que debo ser”.

 

Logra hacer “buenas obras”

“Cuanto más hago por la iglesia y por otros, me siento mejor conmigo mismo y los demás me respetan más”.

 

Lleva a la reconciliación con Dios y con otros

“Sabiendo que Dios siempre me ama me permite amar y perdonar a otros”.

 

Aleja de Dios y de otros

“Dios nunca me amará. Si dejo que otros se me acerquen demasiado y vean lo que soy, me rechazarán. No cuento con nadie”.

 

“y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Juan 8:32)

pregunta:

 

“Si se supone que debo sentirme culpable cuando peco, ¿por qué me siento bien cuando estoy pecando?”

 

respuesta:

 

La Biblia no dice que el pecado no produce placer. El atractivo y la seducción el pecado es que promete darnos felicidad. Pero la Biblia sí nos advierte diciendo que aunque hay placer en el pecado, este placer es temporal.

“¿…Que la alegría de los malos es breve, y el gozo del impío por un momento?” (Job 20:5)

 

B. El enemigo encubierto

Es raro que los enemigos se dejen ver como realmente son hasta que la verdad empieza a revelar sus características y tendencias sospechosas. Debido a que la culpa falsa puede sobrevivir toda la vida sin ser notada, pocas personas sospechan que es la verdadera culpable que sabotea sus relaciones y destruye su intimidad. Algunas personas, aunque no están conscientes de ello, en la parte más profunda de su ser actúan con base en ciertas convicciones que ni reconocen ni saben que existen.

Considere los siguientes comportamientos, que pueden darle la pista para descubrir los sentimientos de culpa que han quedado sin resolver.

 

El solitario

“Temo que seré rechazado si la gente me conoce como soy”.

El crítico

“Me concentro en las faltas de los demás para no verme como soy”.

El perfeccionista

“Para poder recibir aprobación y aceptación de los demás, no debo cometer errores”.

El adicto al trabajo

“Si me mantengo ocupado y soy productivo, evitaré analizar mis verdaderos sentimientos”.

El benefactor

“Dar muchos regalos y hacer cosas por otros es la única manera de mostrar amor”.

El tacaño

“Nunca gastaré en cosas superfluas como vacaciones, ropa nueva, o buenos restaurantes”.

El mártir

“¿Cómo puedo aceptar un cumplido? Los demás pensarán que soy orgulloso”.

El preocupón

“Evito resolver el pecado verdadero de mi vida preocupándome por cosas menos importantes”.

El témpano

“Me parece imposible responder a la intimidad sexual porque dentro de mí creo que el sexo es sucio”.

El que pide disculpas

“Si me disculpo continuamente, la gente no se enojará conmigo”.

El defensor

“Mi mejor defensa (o protección) es el ataque”.

El confesor

“Si acepto la culpa de todo, sutilmente puedo negar la culpa de cualquier cosa”.

El legalista

“Con seguridad Dios perdonará todas mis faltas si me entrego a su servicio”.

El melancólico

“En vez de resolver mis sentimientos de culpa, prefiero la depresión”.

A la mayoría de nosotros se nos dificulta reconocer nuestros puntos ciegos o vernos reflejados en alguna de estas “personalidades”. Pero si realmente quiere conocer la verdad acerca de usted mismo, enfrente a sus enemigos internos y líbrese de ellos. Pregunte a sus amigos si ven en usted alguna de estas características. Acalle sus defensas y permita que Dios le diga la verdad. Su voz es amorosa y amable, y le dará esperanza y ánimo.

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

(1 Juan 1:8–9)

 

pregunta:

 

“¿Cómo puedo saber qué pecados están profundamente arraigados en mí si ni siquiera conozco la verdad?”

 

respuesta:

 

Confíe en que Dios conoce las profundidades de su corazón y se los revelará si usted busca sinceramente la verdad.

“Si nos hubiésemos olvidado del nombre de nuestro Dios, o alzado nuestras manos a dios ajeno, ¿no demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. (Salmos 44:20–21)

 

C. El enemigo diagnosticado

Tanto la culpa falsa como la verdadera deben resolverse correctamente Si usted tiene problemas para reconocer el poder de la culpa subyacente en su comportamiento personal, considere algunos síntomas físicos que también pueden ser provocados por la culpa oculta que ha quedado sin resolver.

     Tensión muscular

 

     Ansiedad

 

     Fatiga constante

 

     Incapacidad de relajarse

 

     Sobrepeso

 

     Úlceras

 

     Insomnio

 

     Impotencia sexual

 

     Dolores de cabeza

 

     Fobias

 

     Hipertensión

 

     Depresión

 

“¿Por qué gritas a causa de tu quebrantamiento? Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto”.

(Jeremías 30:15)

pregunta:

 

“¿Cómo puedo saber si mis problemas de salud son fisiológicos o causados por mis pecados espirituales?”

 

respuesta:

 

Sométase a un examen médico completo. Si el doctor no encuentra una causa fisiológica, considere la posibilidad de que sea algo espiritual.

Después sométase a un examen espiritual. Pregúntese: “¿Hay en mi vida algún pecado que no he confesado?” Si es así, resuélvalo y abandónelo. Recuerde que Dios puede usar la culpa de su vida —la culpa real—para guiarlo a la luz de su verdad.

“En la multitud de tus caminos te cansaste, pero no dijiste: No hay remedio; hallaste nuevo vigor en tu mano, por tanto, no te desalentaste”. (Isaías 57:10)

 

 

III.    Causas De La Culpa

Más que cualquiera otra emoción, la culpa puede sujetar su corazón con una fuerza mortal. Sentimos culpa verdadera cuando nos analizamos frente a un espejo para descubrir los pecados y fallas enterradas en el pasado de los que daremos cuentas a Dios. Pero es interesante que a veces nos sentimos culpables cuando no lo somos. Este sentimientos se llama culpa falsa. Sólo porque usted se siente culpable no significa que haya desobedecido a Dios o transgredido alguna de sus leyes morales. Las siguientes preguntas acerca de la culpa provienen de los escuchas de nuestro programa radial y mi deseo es que las respuestas le ayuden a discernir correctamente la culpa verdadera de la falsa.

“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión”.

Salmos 19:12–13

A. Conciencia de culpa verdadera

La culpa verdadera es valiosa porque Dios la usa para convencernos de cambiar lo negativo en positivo. La culpa es una incómoda conciencia interna que nos advierte: “Haz hecho algo malo”. Esta convicción puede venir de dos fuentes, de la conciencia natural que Dios nos dio, o bien, del Espíritu Santo.

pregunta:

 

“Vi a un amigo robando algo, y al siguiente día lo reporté. ¿Cómo evitar sentirme culpable por traicionar a mi amigo?”

 

respuesta:

 

Piense en esto: ¿Quién es el verdadero culpable? Su amigo es el que necesita sentir la culpa. Reconozca que usted está sintiendo una culpa falsa. Cualquier persona débil puede mantenerse callada después de ver que alguien comete un robo, pero se requiere de una persona fuerte —un buen amigo con conciencia—para señalar la falta. Aunque usted no pueda verlo ahora, si su amigo sufre una repercusión dolorosa, tal vez usted ha librado a su amigo de seguir el camino equivocado.

“El testigo verdadero libra las almas”. (Proverbios 14:25)

 

 

Fuente #1

La conciencia que Dios da a todos para que sepan discernir entre el bien y el mal.

“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”.

(Romanos 1:20)

Conciencia cognoscitiva

Una conciencia entrenada adecuadamente que conoce la voluntad de Dios

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:2)

Una conciencia que nos acusa

Es una conciencia confiable que aprueba lo bueno y condena lo malo.

“mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos”. (Romanos 2:15)

Una conciencia purificada

Es la conciencia purificada que sirve a Dios libremente.

“¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14)

Una buena conciencia

Es una conciencia confiable que soporta los ataques del enemigo.

“Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo”. (1 Pedro 3:16)

Conciencia corrompida

Es una conciencia impura que no ha sido entrenada correctamente o que ha sido alterada por los dictados de las opiniones de la sociedad.

“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”. (Tito 1:15)

Conciencia cauterizada

Es una conciencia marchita que se ha hecho insensible al Espíritu Santo por la práctica continua del pecado.

“Por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia”.

(1 Timoteo 4:2)

pregunta:

 

“¿ Qué es una conciencia cauterizada?”

 

respuesta:

 

Es una conciencia muerta, insensible a la voz del Espíritu Santo, debido a transgresiones repetidas y voluntarias contra la voluntad expresa de Dios.

“Profesan conocer a Dios, pero con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”.

(Tito 1:16)

 

Fuente #2

El Espíritu Santo al que Dios ha puesto en el mundo para convencer de pecado a los que violan las leyes morales

“Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.

(Juan 16:8)

El Espíritu Santo es un regalo de Dios

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”. (Hechos 2:38)

El Espíritu Santo mora en el corazón del creyente

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19)

El Espíritu Santo nos comunica el amor de Dios

“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. (Romanos 5:5)

El Espíritu Santo escribe la ley de Dios en nuestros corazones

“Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré”. (Hebreos 10:15–16)

El Espíritu Santo nos ayuda entender la mente de Dios

“Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”. (1 Corintios 2:11)

El Espíritu Santo nos enseñará y recordará todas las cosas

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. (Juan 14:26)

El Espíritu Santo confirma nuestra conciencia

“Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo”. (Romanos 9:1)

El Espíritu Santo trae convicción a nuestro corazón

“Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. (1 Tesalonicenses 1:5)

El Espíritu Santo ¡nos llena de esperanza!

“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. (Romanos 15:13)

El Espíritu Santo nos da poder para obedecer a Dios

“Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. (Hechos 1:8)

pregunta:

 

“¿Qué sucede cuando desobedezco la exhortación del Espíritu Santo?”

 

respuesta:

 

Desobedecer la amonestación del Espíritu Santo equivale a rechazar al mismo Espíritu. Y rechazar al Espíritu Santo es rechazar a Dios.

“Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo”. (1 Tesalonicenses 4:8)

 

B. Desarrollo de la culpa falsa

El principio de la culpa falsa se remonta hasta la primera infancia. Si usted escuchó mensajes repetidos que le decían que usted era malo, o malicioso, su corazón empezó a murmurarle: “¡Qué vergüenza!” entonces sus sentimientos lo llevaron a creer que…

“El amor se basa en mi comportamiento”

“Mi comportamiento no se ajusta a las expectativas de los demás”.

“Estoy en peligro de ser rechazado y abandonado”.

Cuando crecemos escuchando esa voz interior que nos dice “¡qué vergüenza!” tendemos a establecer actitudes internas negativas en cuanto nosotros. Sin ser conscientes de ello, desarrollamos patrones enfermizos para relacionarnos con los demás que permanecen con nosotros hasta la edad adulta. A medida que esos patrones se desarrollan, la culpa verdadera por alguna acción que cometimos y que lastimó a otra persona (dolor verdadero por haber pecado) de inmediato se convierte en culpa falsa (temor a ser rechazado por otros).

“…me avergoncé y me confundí, porque llevé la afrenta de mi juventud”.

(Jeremías 31:19)

Fuente #1

El esfuerzo personal

Dios nos ha dado tres necesidades internas básicas, las cuales él utiliza para guiarnos a la convicción de que en última instancia, él es el único que puede llenar todas nuestras necesidades. Todos nosotros salimos de la infancia con diferentes defectos, pero cuando el corazón está controlado sin misericordia por la vergüenza, llenamos continuamente esas necesidades íntimas dadas por Dios con nuestro esfuerzo personal.

     La necesidad de amor se llena complaciendo otros.

     La necesidad de sentirnos importantes la obtenemos con un comportamiento perfecto.

     La necesidad de seguridad se obtiene dependiendo emocionalmente de otros.

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios?

¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”. (Gálatas 1:10)

Fuente #2

Desarrollo de creencias erróneas

La raíz de la culpa falsa está en los sentimientos inexactos que han tomado el control de nuestros procesos de pensamiento. Esos patrones de pensamiento y en última instancia nuestro sistema principal de convicciones, dañan nuestro concepto de Dios y oscurecen nuestra necesidad de un Salvador.

“… no levantaré mi cabeza, estando hastiado de deshonra, y de verme afligido”. (Job 10:15)

creencia falsa:

 

No siento que Dios me ame, y la única forma en que puedo sentir que valgo algo es saber que soy amado, aceptado y admirado por otra persona”.

 

creencia correcta:

 

“La única forma de recibir el amor pleno de Dios es reconociendo mis necesidades íntimas y buscando en él el amor, la aceptación, y el significado de la vida”.

“Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado”. (Romanos 10:11)

IV.    Pasos Para Encontrar La Solución

El quebrantamiento espiritual no destruye nuestro valor, sino que lo aumenta. Un caballo salvaje sin domar no tiene ningún valor real. El caballo domado se hace más y más valioso a

medida que es entrenado y aprende a obedecer aun el toque más leve de las riendas. Dios se agrada de un corazón contrito por el pecado y una voluntad quebrantada y sometida al Salvador.

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.

(Salmos 51:17)

A. VERSÍCULO CLAVE para memorizar

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

(Salmos 32:5)

B. Pasaje clave para leer y meditar

Hebreos 10:1–23

Cristo,

“LA OFRENDA POR LA CULPA”

Los sacrificios que se hacían en el Antiguo Testamento sólo fueron un tipo del perfecto sacrificio que estaba por venir (vv. 1–4).

La muerte de Cristo fue el sacrificio más perfecto y completo que reemplazó las formas antiguas y estableció un nuevo orden de obediencia a la voluntad de Dios. (vv. 5–18)

Sólo identificándonos con Cristo y con su muerte y resurrección, podemos estar delante de Dios confiadamente, purificados y lavados de la culpa de todos nuestros pecados. (vv. 19–23)

C. Responda a la voz del Espíritu Santo

pregunta:

 

“¿Cómo puedo saber si la voz interior que escucho es la convicción de pecado amorosa de Dios o las acusaciones falsas de Satanás?”

 

respuesta:

 

Esté dispuesto analizar las motivaciones del comportamiento que produjo la culpa, y después aprenda a reconocer lo que verdaderamente viene del Espíritu Santo.

“Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda”. (Isaías 30:21)

 

La voz de la CULPA VERDADERA nos habla con convicción, recordándonos que en verdad, todos somos culpables de haber pecado.

“¿Se siente fracasado y que no vale tanto como otros?”

La voz de la CULPA VERDADERA se centra en desarrollar su carácter interno.

“¿Se preocupa de cómo lo ven los demás?”

La voz de la CULPA VERDADERA le comunica el amor y ánimo de Dios.

“¿Se siente humillado y avergonzado cuando hace algo mal?”

La voz de la CULPA VERDADERA no se justifica sí misma.

“¿Siente que no tiene usted remedio… o que es una víctima de su pasado?”

La voz de la CULPA VERDADERA nos permite fallar.

“¿Siente que nunca triunfará debido a sus repetidos fracasos?”

La voz de la CULPA VERDADERA hace que salgan a la superficie los verdaderos sentimientos.

“¿Siente que nunca debe enojarse?”

La voz de la CULPA VERDADERA le muestra con amor sus sentimientos por otros.

“¿Es usted insensible al dolor de los demás?”

La voz de la CULPA VERDADERA va acompañada del deseo de cambiar.

“¿Cree que no hay esperanzas?”

La voz de la CULPA VERDADERA eleva su espíritu y le da gozo cuando tiene comunión con Dios.

“¿Casi nunca dedica tiempo para escuchar la voz de Dios?”

La voz de la CULPA VERDADERA es optimista en cuanto al futuro.

“¿Cree que algo malo le va suceder en el futuro?”

“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.

(Jeremías 29:11)

D. Reconozca la voz de su enemigo

La Biblia dice que a Satanás le gusta disfrazarse como vocero de Dios. Él acusa y condena a los que tienen una conciencia sensible, y utiliza la culpa falsa como su arma más poderosa. Tenazmente, Satanás incrimina a los cristianos consagrados, utilizando la culpa y el temor para infligirles un desánimo espiritual muy severo. Aprenda a reconocer las mentiras de Satanás. A menudo, él se comunica con nosotros utilizando sutilmente los “deberías”.

“Deberías ser más listo y eficiente”.

Deberías superar esa pérdida con más rapidez”.

Deberías ser más cuidadoso y concienzudo”.

Deberías hacer más por los pobres que te rodean”.

Deberías soportar las pruebas y el dolor con más dignidad”.

Deberías evitar mostrar todo enojo y desilusión”.

Deberías impedir que se conocieran tus verdaderos sentimientos”.

“No deberías llorar o mostrar debilidad”.

“Nunca debes decir que no al pastor”.

“Deberías ser el amigo, cónyuge, padre o empleado perfecto”.

“…porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”.

(Apocalipsis 12:10)

E. Decida perdonarse a sí mismo

Aunque algunos pecados producen peores consecuencias que otros, desde la perspectiva de Dios, el pecado siempre es pecado. Su perdón cubre todos ellos, pero algunos nos ponemos por encima del Señor y no estamos dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos. En ningún lugar de la Biblia dice que Dios perdona todos nuestros pecados sin excepción. Si usted decide endurecer su corazón para no perdonar, tendrá que luchar con:

     Incertidumbre en cuanto a qué posición tiene delante de Dios

     Un comportamiento compulsivo indeseable

     Falsa humildad, no espiritual

     Auto negación exagerada

     Desconocimiento de las prioridades de Dios para usted

     Subestimar su utilidad en la obra de Dios

“Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios”.

(1 Juan 3:21)

Muchos cristianos que saben que Dios los ha perdonado todavía se sienten abrumados con su auto condenación. Esos corazones atormentados deben reprender las mentiras de Satanás y decirle: “¡Yo estoy cubierto con la sangre de Cristo!”

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”.

(1 Juan 4:1)

Si está usted luchando con la auto condenación, memorice los siguientes pasajes de la Biblia:

El Espíritu de Dios puede triunfar donde usted ha fallado

1 Juan 1:9

 

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

 

Hebreos 8:12

 

“Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.

 

Isaías 1:18

 

“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

 

Romanos 8:1

 

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

 

1 Juan 1:7

 

“pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.

 

Romanos 5:1

 

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”.

 

Romanos 8:33–34

 

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”.

 

Mateo 6:14–15

 

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

 

Filipenses 3:13–14

 

“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

F.  Compañerismo con su amigo

¿Recuerda que cuando era niño alguna vez se cayó y se raspó la rodilla? ¿Corrió con su mamá para que ella lo cargara y besara hasta que desaparecía el dolor? En forma milagrosa, siempre lo lograba. Usted volvía a sentirse bien y corría a jugar nuevamente. Lo mismo se aplica cuando usted lleva a Dios su vida lastimada y rota. ¡Él lo perdona y olvida! ¡Siempre funciona! Y cuando confiamos en él… ¡él nos quita la culpabilidad!

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”.

(Romanos 8:1)

El Perdón

“Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados”.

(Lucas 5:20)

E   Encuentre la fuente verdadera de su culpa.

     Examine por qué se siente culpable.

     Decida si su culpa es falsa o verdadera.

     Use la Biblia como el único estándar para determinar su culpa verdadera.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. (2 Timoteo 3:16)

L   Localice cuál es la verdad cuando lo ataque Satanás

     Aprenda a discernir la diferencia entre la voz del Espíritu Santo y la de Satanás.

     Responda a Satanás usando las verdades de la Biblia.

     Repita en voz alta una oración para recibir el perdón de Dios.

“Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová”. (Isaías 54:17)

P   Pase tiempo renovando su mente

     Memorice los pasajes que hablan del perdón de Dios

     Recuerde que en Cristo es “una nueva criatura”.

     Reconozca que ante Dios usted es un hijo valioso

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente”. (Efesios 4:22–23)

E   Entienda que Dios cumple lo que dice

     Déle gracias a Dios por la dádiva de su Hijo que pagó para que usted recibiera el perdón.

     Déle gracias a Dios por su perdón eterno, aunque no lo sienta.

     Decida creer lo que Dios dice

“en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia”. (Efesios 1:7–8)

R  Reconozca la responsabilidad de su pecado

     Acepte delante de Dios que usted es culpable de haber pecado

     Descubra sus patrones personales de conducta que le hacen pecar

     Restituya a quienes haya usted afectado con su pecado

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9)

D  Deje de vivir en el pasado

     Deje de aferrarse al dolor pasado

     Deje de condenarse a sí mismo

     No se siga negando a perdonar a otros

“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas”.

(Isaías 43:18)

O  Observe que Dios alinea sus sentimientos con los hechos cuando usted obedece

     Reconozca que Dios siempre nos da una segunda oportunidad

     Acepte que sus sentimientos no van a cambiar de la noche a la mañana

     Aprenda que los sentimientos siempre siguen a los pensamientos.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. (Gálatas 2:20)

N  No trate de vivir sin Cristo

     Entienda que no puede vivir la vida cristiana con su esfuerzo personal.

     Permita que Cristo lo transforme y viva su carácter a través de usted.

     Siga nutriéndose con la presencia del Espíritu Santo por medio de la oración y el estudio de la Biblia.

“porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa”. (Hebreos 10:36)

“Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño”.

(Salmos 32:1–2)

Oración Personal

“Amantísimo Padre celestial, ayúdame a hacer a un lado mis sentimientos de auto condenación y culpa falsa.

Por favor, dame discernimiento para saber cuándo estoy reaccionando a las mentiras de Satanás en vez de descansar en las verdades de tu palabra.

También te pido que me permitas ser sensible A la voz de tu Espíritu Santo cuando me convenza de pecado Y sea sensible a las necesidades de otros.

Gracias, Padre.

Acepto tu amor completo y tu perdón eterno.

En el nombre de tu maravilloso Hijo lo pido todo.

Amén

 

¿Reglas o Relaciones?

¿Vive usted con una lista maestra de cosas prohibidas en su mente? ¿Qué incluye esa lista? Muchos tenemos una percepción falsa de Dios. Lo vemos como un Dios de ira que espera castigarnos cuando nos salimos del buen camino ¡o transgredimos las reglas! Si consideramos a Dios como el “gran castigador, nuestra relación con él se hace temerosa o culpable en vez de ser una relación de amor y confianza. Si su fe aumenta su culpabilidad en vez de reducirla, entonces lo que tiene es una relación legalista con Dios. Cuanto más usted conozca el verdadero carácter de Dios, menos culpabilidad experimentará en relación con su propio pecado. El amor, la gracia, la misericordia y el perdón son algunas características de Dios. Él nos limpia de toda nuestra culpabilidad a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo.

“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.

Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”.

(Romanos 4:7–8)

Culpa falsa relacionada con las reglas

Me siento culpable cuando:

No aprovecho las oportunidades de testificar

Paso mucho tiempo en la computadora

No puedo dejar un mal hábito

Vienen a mi mente imágenes sexuales

Gasto dinero en cosas personales

Pierdo el control y me enojo

Me dedico a recordar mis errores pasados

Quiero hacer las cosas a mi modo en vez de hacerlas como Dios quiere

Pido permisos innecesarios en el trabajo

Me niego a colaborar cuando me piden hacer algo en la iglesia

“Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira”.

(Romanos 5:9)

Este material ha sido adaptado de Good Guilt, Bad Guilt:And What to Do with Each, “Culpa buena, culpa mala: Qué hacer con cada una” de Becca Cowan Johnson. InterVarsity Press, 1996, págs. 68–75.

 


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