LA CODEPENDENCIA | De la esclavitud al equilibrio










La Codependencia

De la esclavitud al equilibrio

por June Hunt

Las primeras palabras de los Diez Mandamientos que Dios nos dio son: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). El Señor sabe que si nuestra relación con él es nuestra prioridad, nuestra vida será bendecida y nos podrá usar como medio de bendición para los demás en medio de nuestras relaciones interpersonales. El problema principal de la codependencia es que viola el principio del primer mandato divino. En una relación de codependencia permitimos que alguien más tome el lugar que sólo el Dios Todopoderoso debe tener en nuestro corazón. Le permitimos a alguien más que sea nuestro “dios”. Si usted ha dependido de otra persona, no podrá experimentar la paz con Dios ni la paz de Dios. Pero si el Señor ocupa el primer lugar en su vida y si vive todos los días en dependencia de él, tendrá la paz divina, aunque los demás no sean pacíficos con usted. Esa es la razón por la que el Señor dice en su palabra

“No tendrás dioses ajenos delante de mí”.

(Éxodo 20:3)

I.  Definiciones

Piense por un instante que Dios lo escogió a usted para hacer una gran obra entre la gente que lo rodea. El Altísimo lo escogió para ser el libertador de toda la tierra, fue elegido para ser el objeto del respeto y admiración de todo el pueblo, él lo escogió para cumplir la función de juez sobre toda la nación. Dios le dio instrucciones específicas para proteger su fuerza física y salvaguardar su fortaleza. Al poco tiempo se extienden como fuego los relatos maravillosos de su éxito como líder. Pero luego, a su vida llega ¡Dalila!

Usted sabe bien que no puede revelar el secreto de su gran fuerza, porque Dios le ha dicho: “No lo divulgues”. Sin embargo, por dentro se siente dividido. Quiere agradar al Señor, pero también quiere caerle bien a Dalila, quien le ha rogado una y otra vez que le cuente de dónde proviene su fuerza. Se resiste con todas sus fuerzas, pero cuanto más lo hace, ella insiste y ruega, presiona y llora. Llega el momento en el que tiene que resolver el dilema Dalila. Usted intenta consolarla, pero poco a poco se va enredando en sus artimañas y manipulación. Finalmente, le confiesa que su fortaleza radica en su obediencia a Dios de nunca jamás cortarse el cabello. Gran error, usted comete una grave falta que lo conducirá a ¡la más profunda miseria! Dalila revela a sus enemigos filisteos el secreto, le cortan el cabello y lo toman prisionero. Sin embargo, su error más grave no fue lo que dijo, sino lo que hizo al permitir que Dalila se convirtiera en su “dios”, en lugar de que Dios fuera su Dios. (Véase Jueces capítulos 13–16).

A. ¿Qué es dependencia?

Si Sansón no hubiera sido tan dependiente de Dalila como para tratar de agradarla en todo, si no hubiera sido un hombre codependiente que buscara la aprobación de los demás, no habría perdido su fuerza, su estatus, su vista, ni su visión espiritual. Finalmente, su dependencia produjo su desobediencia, lo que a su vez fue la causa de su caída. En realidad, fue su orgullo lo que lo hizo fracasar, porque le dio más importancia a Dalila y sus palabras, que a Dios y las suyas.

“Antes del quebrantamiento se eleva el corazón del hombre, y antes de la honra es el abatimiento”. (Proverbios 18:12)

•     La dependencia es confiar en algo o en alguien para sobrevivir.

“Tengo que tener esto para poder vivir”.

•     La dependencia puede ser tanto negativa como positiva, pues podría tratarse de la dependencia a una droga o de ser dependientes de Cristo.

“Esto es necesario para mi vida”.

•     La dependencia puede ser la adicción a un objeto, a ciertos comportamientos o a una persona, los cuales se consideran como los satisfactores de todas nuestras necesidades emocionales.

“Debo hacer esto para llenar mis necesidades… para ser feliz”. 

Puede ser dependiente de…

Objetos

     Adicción química a las drogas (alcohol, tabaco, cocaína)

     Adicción sexual a objetos eróticos (pornografía, revistas, vídeos o juguetes sexuales)

Comportamientos

     La adicción a un comportamiento puede ser mala, rechazada socialmente y producir efectos dañinos (actos sexuales inapropiados, juegos de azar, gastar excesivamente, comer compulsivamente).

     La adicción a un comportamiento que puede parecer bueno porque es socialmente aceptable, pero que es igualmente dañino (perfeccionismo, adicción al trabajo, cuidado excesivo de los demás, anorexia o bulimia).

Personas

     Es la adicción al “amor”. Su identidad se basa en la otra persona. (Un “adicto débil” depende emocionalmente de alguien que le parece “fuerte”.)

     La adicción a ser el “salvador”. En ella, su identidad depende de su capacidad de llenar las necesidades de la otra persona. (Un “salvador” fuerte necesita que alguien más “débil” lo necesite y dependa de él”.)

Todas las adicciones proveen un “éxtasis” momentáneo y se asocian con sentimientos agradables. Sin embargo, el libro de Proverbios nos da una advertencia triste:

“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.

(Proverbios 14:12)

Pregunta: “¿Por qué es malo depender de otros?”

Respuesta: Porque lo deseable es que tengamos una relación de “interdependencia” con los demás, en el sentido de que valoramos y disfrutamos de la relación mutua, los amamos y aprendemos de ellos, pero no debemos depender totalmente de los demás. Una relación sana involucra dar y recibir mutuamente, en ella, ninguno de los involucrados pretende que la otra persona satisfaga todas sus necesidades. Sin embargo, mucha gente ha transferido su dependencia a cosas y personas equivocadas. Ese tipo de relación no es saludable, porque Dios nos diseñó para depender totalmente de él.

Una y otra vez la Biblia habla de cómo la gente piadosa aprende a desarrollar una fuerte dependencia del Señor en lugar de una dependencia débil de los demás. El apóstol Pablo dijo:

“… para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios”. (2 Corintios 1:9)

B.  ¿Qué es la codependencia?

Aunque la palabra codependencia es un vocablo reciente, el concepto es muy antiguo. Ya vimos cómo un hombre supuestamente fuerte como Sansón violó sus propios principios al ceder ante la aparentemente dependiente Dalila. Pero esa no fue la única vez que hizo a un lado su fidelidad a Dios por la codependencia. Durante su banquete de bodas que duró siete días, Sansón dio un acertijo, como si fuera un juego de azar, a los filisteos (el pueblo impío al que pertenecía su nueva esposa). Su esposa le lloró durante todo ese tiempo diciendo: “Solamente me aborreces, y no me amas… no me declaras el enigma” (Jueces 14:16). En el último día de la fiesta, Sansón estaba abatido y por fin se lo dijo. Enseguida su esposa se lo comunicó a los filisteos. El resultado fue que se desató una gran violencia y derramamiento de sangre. Todo porque el hombre fuerte que era Sansón no actuó con la misma fortaleza de convicciones. Más bien, se volvió débil de voluntad y sucumbió ante el ruego persistente de su débil esposa. Sansón necesitaba fortalecerse…

“…en el Señor, y en el poder de su fuerza”.

(Efesios 6:10)

     En la actualidad, se considera que una persona es codependiente cuando depende de alguien al grado de estar controlada o manipulada por esa persona.

     La palabra codependiente se usó por primera vez en los años setenta para describir a los miembros de una familia que tenían que convivir con los alcohólicos. El prefijo co- significa “con” o “alguien que se asocia con la acción de otro”.

     El término codependencia describe la conducta disfuncional de los miembros de una familia que tratan de adaptarse al comportamiento negativo de un alcohólico.

     La codependencia es una adicción a las relaciones. Así como el alcohólico depende del alcohol, el codependiente depende de que el alcohólico lo necesite… o de que alguien dependiente dependa de él.

     El “facilitador” es una persona codependiente que facilita las cosas al alcohólico (o a otras personas dependientes) para que continúe en su adicción sin establecer y mantener límites saludables. La codependencia implica ser demasiado dependiente de una persona o cosa que en la realidad no puede satisfacer sus necesidades. Se puede comparar la codependencia con el pecado de confiar en dioses falsos que no pueden ayudarnos o en confiar en un pozo de agua vacío que no puede retener el agua. Simplemente, ¡no funciona!

“Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”.

(Jeremías 2:13)

Pregunta: “¿Cómo puedo saber si estoy “facilitando” la codependencia?”

Respuesta: Usted lo está haciendo si perpetúa el comportamiento destructivo de otra persona tratando de evitarle las consecuencias dolorosas que le servirían de motivación para que cambiara de conducta.

—El padre facilitador permite que su adolescente continúe consumiendo drogas sin que reciba las repercusiones, aun en detrimento de los demás miembros de la familia.

—La esposa facilitadora llama por teléfono al jefe de su esposo diciéndole que está enfermo cuando en realidad no se ha recuperado de una borrachera.

Pregúntese: ¿Cuántas mentiras he tenido que decir para proteger la reputación de la persona que tiene un hábito destructivo? La Biblia habla duramente contra los que protegen al culpable:

“El que dijere al malo: Justo eres, los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones”. (Proverbios 24:24)

C. ¿Cuáles son las relaciones de codependencia más comunes?

En una relación codependiente siempre hay una persona débil y otra fuerte. El débil es totalmente dependiente del fuerte. Pero en realidad el fuerte también es débil por la necesidad excesiva que tiene de sentirse necesitado por el débil. De hecho, el fuerte necesita que el débil siga siendo débil, para seguir sintiéndose fuerte.

La solución divina es que esas dos personas débiles no traten de hacerse fuertes la una por medio de la otra, sino que obtengan su fuerza del Señor. La Biblia dice:

“El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”.

(Isaías 40:29)

Relaciones comunes de codependencia

     Una esposa que es excesivamente impotente cuando su esposo está cerca… y el esposo que necesita que su esposa siga siendo así.

     Un esposo que depende demasiado de su esposa… y la esposa que necesita que él la siga necesitando.

     Un alumno que está demasiado unido a su maestro… y el maestro que necesita que su alumno siga dependiendo de él.

     Un hijo consentido de su padre… y el padre que necesita que siga siendo su consentido.

     Un padre sobreprotegido por su hijo… y el hijo que quiere que su padre siga necesitando de su protección.

     Un empleado que está demasiado vinculado con su empleador… y el empleador que necesita que su empleado siga igual de subordinado a él.

     Un amigo que está demasiado acostumbrado a su amigo… y éste necesita que su amigo siga acostumbrado a él.

     Un paciente que está excesivamente ligado a su consejero… y el consejero que necesita que su aconsejado siga dependiendo de él.

     Un discípulo que depende de manera exagerada de su discipulador… y éste que necesita que su discípulo siga dependiendo de él.

     Una víctima que es demasiado vulnerable ante su victimario… y el victimario que necesita que su víctima siga siendo vulnerable.

     Un laico que depende demasiado de su líder espiritual… y el líder que necesita que el laico siga dependiendo de él.

Cuando depositamos nuestra dependencia en el lugar equivocado, nuestra confianza está fuera de lugar. Estamos confiando demasiado en una relación para que ésta nos provea más de lo que el Señor tiene planeado para nuestra vida. Los Salmos describen la confianza mal orientada:

“Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria”.

(Salmos 20:7)

Pregunta: “Mientras fui adicto, mi esposa mantuvo unido nuestro hogar. Ahora que me he recuperado y cambiado, ¿por qué siempre está enojada y me amenaza con divorciarse de mí?”

Respuesta: ¡Porque cambió la dinámica de la familia! Después de la recuperación de un alcohólico el cónyuge codependiente fuerte siente que ya nadie lo necesita como antes. La nueva dinámica familiar desequilibra la relación. El fuerte percibe que ya no lo necesitan más y podría decidir divorciarse y casarse con otro compañero necesitado para sentirse indispensable una vez más. Es obvio que el divorcio no es la solución. La verdadera solución es que ambos logren equilibrio emocional y sanidad espiritual. Así como el alcohólico necesita vencer el alcoholismo, la persona codependiente necesita vencer su codependencia. La Biblia dice:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”. (Romanos 12:2)

Pregunta: “En una relación de padre a hijo, ¿cuál es la diferencia entre unidad y una maraña enfermiza?”

Respuesta:

—La unidad saludable se da cuando los padres se relacionan con sus hijos de manera que entienden que son instrumentos en manos de Dios para llenar sus necesidades físicas, emocionales y espirituales. En una relación saludable la crianza fluye de manera natural de padre a hijo, lo cual deja a ambos satisfechos emocionalmente y con la sensación de estar completos.

—El la maraña enfermiza sucede cuando los padres necesitan una vinculación excesiva con sus hijos para llenar sus propias necesidades emocionales. Cuando hay una relación enfermiza, la crianza fluye de manera enfermiza del hijo al padre, lo cual hace sentir al hijo emocionalmente agotado y vacío.

“No deben atesorar los hijos para los padres, sino los padres para los hijos”.

(2 Corintios 12:14)

D. ¿Qué es la dependencia bíblica?

     Dios quiere que dependamos de él, que confiemos totalmente en él, no en la gente o su esfuerzo personal.

“En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio”.

(Salmos 62:7)

     Dios quiere que dependamos de él, que creamos que él satisfará todas nuestras necesidades. Podemos confesarle nuestros dolores, temores y necesidades a él. El siempre suplirá todo lo que nos falta.

“Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”. (Isaías 58:11)

     Dios quiere que dependamos de él, que confiemos en que él cuidará de nuestros seres queridos.

“Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”. (Salmos 62:8)

     Dios quiere que dependamos de él, y de Cristo, cuya vida en nosotros nos ayuda a vencer cualquier dependencia destructiva.

“Mayor es el que está en vosotros [Cristo] que el que está en el mundo [Satanás]”. (1 Juan 4:4)

Pregunta: “¿Cuál es la diferencia entre un matrimonio codependiente y uno saludable?”

Respuesta:

Un matrimonio codependiente y enfermizo

El cónyuge débil tiene una profunda necesidad de sentirse seguro y busca que el cónyuge fuerte supla todas sus necesidades. Esto significa que el débil siempre será débil.

El supuesto cónyuge fuerte tiene una profunda necesidad de ser reconocido y trata de satisfacer todas las necesidades de su cónyuge débil para que éste siga siendo el compañero dependiente de la relación.

En un matrimonio saludable e interdependiente

Cada uno hace resaltar las fortalezas del otro y anima al compañero a vencer sus debilidades.

Cada uno anima al otro a depender del Señor y es sensible a las necesidades legítimas de su cónyuge.

“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.

(Filipenses 2:4)

II. Características de la codependencia

¿Se puede condicionar a los niños para que sean codependientes? Por supuesto que sí. En la Biblia encontramos la historia de Rebeca con su abierto favoritismo por su segundo hijo Jacob porque a él le gustaba estar cerca de ella y del hogar. Por el otro lado, su esposo Isaac prefería a su primogénito Esaú porque era muy hábil para la caza.

No existen en las familias dos hijos que tengan las mismas habilidades, por lo que debemos reconocer sus diferencias y respetar su individualidad. Ah, pero Rebeca ¡no amaba de esa manera! Se tornó obsesiva y así fue como se gestó el engaño a su marido. Rebeca quería que Jacobo recibiera la “herencia del primogénito” (que por derecho le pertenecía a Esaú). Por eso, decidió engañar a su esposo para que Jacob recibiera la bendición. La estrecha relación entre Rebeca y Jacob hizo que convenciera a su hijo de defraudar a su propio padre. Ella ideó la artimaña. Concibió cuidadosamente el plan. Instruyó a Jacob en secreto para que cubriera sus manos con la piel de una cabra y así su padre pensaría que era su hermano. Incluso lo vistió con la ropa de Esaú. Isaac estaba viejo y ciego, por lo que fue engañado con facilidad.

Aunque el engaño tuvo éxito, fue descubierto y Jacob tuvo que huir para salvar su vida. Pero para sorpresa de todos, no dejó atrás su dependencia pasiva. En poco tiempo cayó presa de la manipulación de otras personas. Su suegro y sus dos esposas resultaron ser astutos y embusteros. Él por su parte, llegó a sentirse manipulado y controlado. Así es la tristeza de la edad adulta cuando la persona ha vivido una niñez enredada. (Véase Génesis capítulos 27–30).

A. ¿Quién es la gente codependiente?

Por fuera, las personas codependientes parecen capaces y autosuficientes, pero en realidad son inseguras y dubitativas y necesitan de la aprobación de los demás. Esa necesidad de aprobación provoca un sentido de responsabilidad excesivo y dependen de agradar a los demás para sentirse aceptados. Sin embargo, la Biblia dice que nuestra meta principal no debe ser agradar a los demás, sino a Dios.

“Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más”.

(1 Tesalonicenses 4:1)

 

Perfil de la persona codependiente

(Piense en una persona con la que está estrechamente relacionado y considere si una de estas declaraciones se aplican a su relación.)

     Me siento responsable por los sentimientos, necesidades y acciones de otra persona.

     Trato de arreglar los problemas de esa persona en detrimento de mi bienestar.

     Entiendo los pensamientos de esa persona, pero no puedo identificar los míos.

     Conozco los sentimientos y necesidades de esa persona, pero no conozco los míos.

     Hago cosas por otros que bien pueden hacer por sí solos.

     Me enojo cuando rechazan mi ayuda.

     Soy rígido y criticón según quienes me observan.

     Soy más duro para juzgarme a mí mismo que a los demás.

     Me han dicho que tiendo a ocultar mis verdaderos sentimientos y necesidades.

     Me siento culpable cuando me defiendo ante los demás.

     Me siento bien cuando doy y me cuesta trabajo recibir de los demás.

     Trato de ser perfecto para evitar la ira y las críticas de los demás.

     Busco elevar mi autoestima por medio de la aprobación de los demás.

     Me siento atraído por personas necesitadas y ellas se sienten atraídas hacia mí.

B.  ¿Qué es una relación de codependencia?

La clásica relación codependiente se forma con una persona emocionalmente débil que siente que necesita estar relacionada con una persona emocionalmente fuerte. El así llamado fuerte en realidad es débil, porque necesita que lo necesiten. Ambas personalidades son inseguras y se enredan en una telaraña de esclavitud emocional. Los dos comportamientos se combinan para producir un ciclo destructivo de manipulación y control, haciendo que se pierdan el gozo y la felicidad de la vida. A menudo esta dinámica destructiva de relacionarse está en el subconsciente y ambos pueden sentir que son inocentes y que no han hecho nada malo. Sin embargo, Dios conoce cuáles son las motivaciones egoístas, porque están tratando de llenar un vacío emocional que no tiene fondo.

“Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión; pero Jehová pesa los espíritus”.

(Proverbios 16:2)

Perfil de la relación codependiente

     Ambos han perdido su propia identidad.

     Ambos violan su conciencia.

     Ambos tienen problemas para establecer relaciones saludables e íntimas.

     Ambos luchan con una baja auto estima.

     Ambos controlan y manipulan.

     Ambos tienen problemas para fijar límites.

     Ambos son celosos y posesivos.

     Ambos le temen al abandono.

     Ambos experimentan altas y bajas extremas.

     Ambos son maestros de la negación.

     Ambos tienen un falso sentido de seguridad.

     Generalmente, ambos tienen otra adicción aparte de la relación codependiente.

     Ambos se sienten atrapados en la relación.

Pregunta: “¿Cuando dos amigos dependen uno del otro, se considera una amistad codependiente?”

Respuesta: No, si la amistad es interdependiente (recíproca y compartida de manera equilibrada), es saludable. Si la amistad es codependiente (sin equilibrio), entonces es enfermiza.

“Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo”. (Proverbios 27:17)

La amistad enfermiza y codependiente

Uno de los amigos es débil y vive atribulado; el otro es fuerte y competente. (Hay un desequilibrio de poderes y de dar y recibir).

Un amigo desea libertad para disfrutar de otras relaciones importantes, pero teme hacerlo. El otro amigo desea exclusividad, fácilmente se pone celoso o se siente amenazado.

Ambos podrían estar poniendo a su amigo en el lugar que sólo le corresponde a Cristo y ninguno de ellos crece, ni es mejor por esa amistad.

La amistad saludable e interdependiente

Ambos se tratan como iguales y hay equilibrio en la influencia de uno sobre el otro, en el dar y recibir.

Ambos tienen y disfrutan de otras relaciones importantes, evitan ser exclusivistas.

Ambos son mejores por contar con la amistad del otro. Se fortalecen el uno al otro espiritualmente.

Ilustración bíblica. Durante un tiempo tormentoso de la vida de David, su amigo amado Jonatán no trató de atraerlo hacia sí mismo. Más bien la Biblia nos dice que: “Jonatán… fortaleció su mano [de David] en Dios”

 (1 Samuel 23:16).

Pregunta: “Como empleado, ¿cómo puedo evitar ser codependiente en mi trabajo?”

Respuesta:

—No tenga temor de fijar y mantener límites adecuados. No trate de ser el “todo de todo” de su empleador, es decir, el que siempre está dispuesto a hacer lo que sea. No se deje controlar por la manipulación o el temor.

—No permita que las largas horas de trabajo perjudiquen sus prioridades personales dadas por Dios. Si desde que lo contrataron la carga de trabajo es demasiado grande para el tiempo con el que cuenta, exprese a su empleador la situación así: “Sr. (nombre de su jefe), gracias por la oportunidad que me da para trabajar en este proyecto. Pero nos hemos topado con un problema. Usted me contrató para trabajar 40 horas a la semana; sin embargo, hay al menos 100 horas de trabajo por hacer. ¿Cómo quiere que jerarquice el trabajo y haga buen uso de las 40 horas de esta semana?”

—No tenga temor de decir no cuando sea necesario.

“Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no”.

 (Mateo 5:37)

Pregunta: “¿Debo salir con una mujer segura, confiable y competente, o con una insegura, con un trasfondo difícil y que realmente me necesite?”

Respuesta: Usted podría ser un caballero con una armadura reluciente y rescatar de sus problemas a su bella damisela. Pero una vez que la haya rescatado y la vida continúe, ya no lo valorará como persona, sino como su redentor. Usted deseará que lo amen por lo que es, no por una disfunción emocional.

—Alguien emocionalmente saludable puede amarlo por su fortaleza, lo aceptará incondicionalmente y le ofrecerá seguridad en su relación.

—Quien necesita emocionalmente de los demás es una persona que por lo regular se centra en sí misma y no puede ser sensible a las necesidades de los otros. La gente emocionalmente necesitada es “receptora” y no “dadora” en sus relaciones, y además “agota” a la gente que la rodea.

Mejor busque a alguien emocionalmente maduro y que tenga sabiduría espiritual, alguien que le ayude a crecer más y más en su relación personal con el Señor.

“El que anda con sabios, sabio será” (Proverbios 13:20).

C. Lista de comprobación para descubrir la codependencia

¿Se siente inseguro acerca de alguien con quien tiene una relación significativa? ¿Sería posible que esté involucrado en una relación que otras personas llamarían “codependiente”? Si así fuera, ¿cómo podría saberlo? Lea esta lista de comprobación de la codependencia y marque (√) donde se aplique a su situación.

    ¿Lucha con la necesidad de ser amado? ¿Busca maneras de que la gente lo necesite?

    ¿Quiere invertir toda su energía para ayudar a los demás?

    ¿Se le hace difícil decir que no cuando debería decir sí, y decir sí cuando debería decir no?

    ¿Se siente constreñido a resolver las crisis de otros?

    ¿Se siente arrastrado hacia los demás cuando necesitan que alguien los salve de sus problemas?

    ¿Le cuesta trabajo fijar y mantener límites?

    ¿Se le hace difícil identificar y expresar sus verdaderos sentimientos?

    ¿Deja que la otra persona tome la mayoría de las decisiones en su relación?

    ¿Se siente triste, solo y vacío cuando no tiene compañía?

    ¿Se siente amenazado cuando la otra persona pasa tiempo con alguien más?

    ¿Piensa que la opinión de los demás es más importante que la suya?

    ¿Se queda callado en aras de la paz?

    ¿Teme los conflictos porque la otra persona podría abandonarlo?

    ¿Se pone a la defensiva en cuanto a su relación?

    ¿Se siente atrapado en la relación?

    ¿Siente que ha perdido su identidad personal con tal de “ajustarse” al mundo de la otra persona?

    ¿Se siente controlado o manipulado?

    ¿Siente que la otra persona lo está usando y se está aprovechando de usted?

    ¿Planifica su vida alrededor de la otra persona?

    ¿Le da la prioridad a su relación con los demás antes que su relación con el Señor?

Si respondió que a cuatro o más de estas preguntas, podría estar sosteniendo una ¡relación de codependencia!

Cuando seguimos patrones enfermizos de relacionarnos con otras personas, necesitamos cambiar nuestra forma de pensar, nuestras metas y todo aquello que nos impide correr la carrera que Dios ha puesto delante de nosotros. La meta principal no debería ser otra persona que no sea Jesús.

“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante”. (Hebreos 12:1)

III. Causas de la codependencia

¿Qué hace que la gente entable relaciones destructivas y codependientes? La respuesta es que a menudo tuvieron una niñez llena de heridas, o un dolor pasado que afecta sus decisiones en la edad adulta. En realidad, los codependientes son adultos que no crecieron.

La Biblia se refiere a la gente inmadura utilizando la analogía de los bebes que beben leche porque no pueden tolerar comida sólida:

“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”.

(Hebreos 5:12–13)

A. ¿Por qué los niños se hacen codependientes?

Todos los niños pasan por cinco etapas naturales al ir creciendo en madurez hacia la edad adulta. Dios diseñó a la familia para que sea el lugar donde los pequeños tengan la estructura necesaria para su desarrollo normal en cada una de esas etapas. Si los niños no progresan de manera satisfactoria de una etapa a otra, su desarrollo quedará estancado en esa etapa y cuando sean adultos serán emocionalmente inmaduros. Su cuerpo será el de un adulto, pero su desarrollo emocional será todavía como el de un niño. Por tanto, se sentirá atraído hacia relaciones de codependencia y necesidad. Jesús estaba interesado en la protección de los niños, por lo que dio una advertencia general e importante para los adultos:

“Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar”.

(Mateo 18:6)

 

Las cinco etapas del desarrollo infantil

Dios entregó a los padres la gran responsabilidad de criar a sus hijos para que no les haga falta amor, de lo contrario, los niños buscarán el amor en “todos los lugares equivocados”.

#1  La etapa de indefensión

Los bebés necesitan desarrollar un lazo de unión con sus padres porque son indefensos y dependen totalmente de ellos para satisfacer todas sus necesidades básicas (incluyendo las tres necesidades internas de amor, reconocimiento y seguridad). Si nuestros padres no llenaron esas necesidades podemos convertirnos en adultos incompletos, sintiéndonos “vacíos” por dentro, como si tuviéramos un vacío en el corazón.

#2  La etapa de separación

Los niños preescolares necesitan empezar a separarse de sus padres para explorar su ambiente y reconocer sus límites. Si los padres no permiten que sus hijos ganen cierta independencia, quizás lleguen a la edad madura manipulando a los demás para obtener un sentido de control sobre las cosas.

#3  La etapa del conflicto

Los niños necesitan aprender maneras correctas de resolver conflictos cuando comienzan a poner a prueba las reglas que sus padres les imponen. Si ellos no adquieren habilidades saludables para resolver conflictos, cuando sean adultos carecerán de la habilidad de resolver problemas en sus relaciones con otros adultos.

#4  La etapa de la independencia

Los preadolescentes necesitan ser más independientes, pero todavía necesitan la dirección y el apoyo de sus padres. Si los padres obstaculizan su confianza en sí mismo, el niño se convertirá en un adulto lleno de necesidades e inseguridad y dependerá de los demás para que lo reafirmen.

#5  La etapa de compartir

Los adolescentes tienen la necesidad de aprender el arte de dar y recibir y de comprender de parte de sus padres lo que significa dar sacrificialmente en esta etapa en que comienzan a involucrarse con diferentes grupos sociales. Si no ven un saludable dar y recibir de parte de sus padres o no saben cómo es la ayuda sacrificial a los demás, se convierten en adultos centrados en sí mismos que buscan relaciones desequilibradas para compensar su falta de reconocimiento en la vida.

Los niños que crecen con necesidades emocionales no satisfechas y que no aprenden las habilidades necesarias para tener relaciones interpersonales saludables con otros adultos, jamás aprenderán la independencia saludable. Les costará trabajo hablar la verdad, pedir lo que quieren y establecer límites saludables. Se convertirán en adultos codependientes y adictos a relaciones enfermizas porque nunca aprendieron a hacerlo. En realidad estarán tratando desesperadamente de terminar lo que se inició en su infancia: ¡crecer!

Pregunta: “¿Puedo ayudar a mis hijos a no depender de manera enfermiza de mí?”

Respuesta:

—Enseñe a sus hijos a orar por sus decisiones y a que dependan de la dirección de Dios.

—Enséñeles desde temprana edad a tomar sus propias decisiones.

Por ejemplo, permítales que elijan entre dos o tres opciones de ropa.

—Felicítelos cuando tomen buenas decisiones, ellos querrán repetir aquellas acciones que sean dignas de su alabanza.

—Permítales experimentar las consecuencias de tomar malas decisiones. En lugar de salir en su defensa, fije límites. Algunas de las lecciones más importantes de la vida se aprenden en medio de los conflictos.

—Enséñeles principios prácticos para tomar decisiones en temas apropiados para su edad, como poner límites, quehaceres, amigos, horarios, dinero, citas y metas en la vida.

—Anímelos a desarrollar amistades con otros niños para que aprendan a dar y recibir en las relaciones interpersonales.

—Enséñeles a cuidar sus cosas, a tener rutinas diarias de quehaceres en el hogar y a preparar alimentos.

—Muéstreles cómo hacer un presupuesto con su dinero y a establecer prioridades a la hora de gastarlo.

—Inscríbalos en actividades de grupo o clubes que los expongan a nuevas experiencias, que mejoren sus capacidades naturales y que desarrollen confianza en sí mismos.

—Identifique las fortalezas de sus hijos y encuentre maneras en las que puedan tener éxito al desarrollarlas.

“Instruye al niño en su camino,
y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

(Proverbios 22:6)

Dios quiere que crezcamos. Por diseño divino todos podemos cambiar y crecer en madurez. Podemos tener relaciones maduras. Por el poder de Dios también podemos restaurar lo que se ha dañado o destruido. Si algo está dañado, puede repararse. Pida al Señor que transforme su mente con la verdad de su palabra. Reconozca que un árbol arraigado en la verdad dará mucho fruto.

“Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”.

(Salmos 1:3)

B.  ¿Cuál es la causa de los ciclos repetitivos de la codependencia?

¿Se ha preguntado por qué algunas personas saltan de una mala relación a otra? Un amigo logra escapar de un “controlador” para luego sentirse atraído a otro. ¿Por qué salta de una relación negativa a otra? ¿Se ha visto atrapado en ese ciclo? Si así fuera, quizás se ha encontrado diciendo estas palabras turbadas del apóstol Pablo:

“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago”.

(Romanos 7:19)

 

 

 

 

¿Qué trampa en la niñez provoca la adicción al amor de los adultos?

     Cuando era niña, tenía una “cubeta vacía de amor”.

Nadie nace con la necesidad de ser adicto emocional a otra persona o de necesitar el amor de otros. Esas necesidades tienen su origen en la niñez porque en ella no se encontró “agua en el pozo”; sus “cubetas de amor” siguen vacías. Se mueren por falta de amor. Cuando los niños carentes de amor reciben un momento de atención o de cariño de parte de padres desamorados, tienen sentimientos encontrados de emoción y confusión. Se sienten confundidos porque no saben por qué no se les ama de manera consistente, y por el otro lado se obsesionan por saber qué hacer para volver a sentir ese amor. Los niños rechazados viven para obtener un momento de aceptación. Cualquier muestra de cariño les da un aliciente emocional que calma temporalmente su sufrimiento. Esos niños pueden convertirse en adultos adictos al amor porque:

—no recibieron reafirmación positiva en la niñez

—crecieron sintiendo que no los amaban, no había reconocimiento y seguridad

—sufrieron una separación traumática o una falta de conexión

—sintieron y siguen sintiendo una profunda tristeza por la pérdida de haber sido abandonados

—experimentaron el rechazo continuo de sus padres

—sintieron y siguen sintiendo mucho temor, asimismo se sienten indefensos y vacíos

     Ya siendo adulto, descubrí que mi “cubeta de amor” tenía agujeros.

Los niños que llevan una “cubeta de amor sin llenar”, crean una fantasía de que algún día un “salvador” quitará de ellos el temor y finalmente les hará sentir completos. Pero sin importar cuánto amor reciban, nunca será suficiente porque ellos no están completos.

Siendo adultos, todavía son como “niños” emocionalmente necesitados que:

—creen que la solución a su vaciedad es que alguien los ame, sea quien sea

—entablan relaciones creyendo que no pueden cuidar de sí mismos

—le dan mucho valor y poder a la otra persona de la relación

—tienen expectativas altamente irreales de las demás personas

—tratan de “pegarse” a la otra persona para sentirse conectados y unidos a ella

—viven con temor de que quien los ama de verdad algún día los abandonará

—La difícil situación de un adicto al amor carecería de solución si no fuera por el Señor, que es el verdadero y único Salvador, el único que nos ama incondicional y eternamente. La Biblia afirma:

“Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.

(Jeremías 31:3)

 

El ciclo del débil en la relación

Escena #1

Una mujer es débil porque cuando era niña nunca se satisficieron sus necesidades emocionales. Tiene fantasías acerca de su “príncipe azul”, el cual algún día vendrá y la rescatará y vivirán felices para siempre. Esa mujer es adicta al amor y siempre anhela que alguien la “complete” como persona. Así que se siente atraída por personas que “cuidan” de ella, pero al mismo tiempo le aterra pensar en tener verdadera intimidad con esa persona.

El ciclo del fuerte en la relación

Escena #2

Un hombre parece ser el fuerte porque cuando era niño entabló una relación enmarañada y enfermiza con su madre. Él era el que “cuidaba” de su madre y su padre adoptivo. (Su padre estaba ausente emocional o físicamente). Ahora que ya es adulto se siente atraído por personas que necesitan que “se les cuide”, pero le aterra pensar que la relación lo pueda sofocar otra vez.

Las relaciones codependientes están formadas por dos personas adictas la una a la otra, pero niegan cualquier adicción. Tanto el débil como el fuerte de la relación pueden ser el hombre o la mujer. Ambos padecen síntomas de abandono y tienen un trasfondo de relaciones enmarañadas enfermizas. A menudo intercambian papeles entre el débil y el fuerte, incluso dentro de la misma relación. La intensidad de su relación y la intensidad de su dolor son inmensos al ir de un extremo a otro, y llegan a orillar al otro a tomar distancia. No han aprendido a seguir el consejo de la Biblia, simple, pero muy sabio:

“Aquel que a Dios teme, saldrá bien en todo”.

(Eclesiastés 7:18)

Pregunta: “¿Por qué continúo entablando relaciones de codependencia? ¿Me pregunto si será posible que algún día pueda romper ese ciclo y obtener mi libertad?”

Respuesta: Cuando dos personas tienen una relación de codependencia, cada una tiene su propia historia de abandono y control. En primer lugar, reconozca cuánto temor tiene al abandono, luego acepte que no le gusta que alguien lo controle. Seguramente su relación es intensa e instable, llena de conflictos y caos, con un ciclo repetitivo de “acércate” y “déjame en paz”. Para hacer las cosas más difíciles, se dan cuenta de que no pueden vivir juntos, ni separados. Están atrapados en la montaña rusa de la codependencia y sienten que no pueden bajarse de ella. Pero eso no es verdad. Cuando siguen los pasos bíblicos hacia la libertad, es posible liberarse, porque:

“Para Dios todo es posible”. (Mateo 19:26)

 

C. ¿Cuál es la más peligrosa de las dependencias?

Si vive colocando su dependencia sobre los demás, se perderá de la extraordinaria relación que Dios planificó para usted, quizá hasta pueda dejar de gozar de la salvación y del cielo.

Cuando el Señor nos creó, planeó que tuviéramos una relación con él llena de amor y confianza, porque él es confiable y podemos depender totalmente de él para que satisfaga todas nuestras necesidades. Nos diseñó para vivir en dependencia de él y hallar nuestra totalidad y satisfacción en él, y en nadie más.

Cómo podemos comenzar a vivir dependiendo sólo de dios

Si ha estado luchando con la codependencia, Dios tiene la solución para usted y se resume en cuatro puntos:

#1  El propósito de Dios para usted… es la salvación.

—¿Qué movió a Dios a enviar a su Hijo a la Tierra? ¿Condenarlo? No, ¡lo envió para demostrarle su amor por medio de la Salvación!

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. (Juan 3:16–17)

—¿Cuál fue el propósito de Jesús para venir a la Tierra? ¿Hacerlo todo perfecto y quitar todo el pecado? No, ¡sino a perdonar sus pecados, darle el poder para obtener la victoria sobre el pecado y ayudarle a vivir una vida plena!

“Yo [Jesús] he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.

(Juan 10:10)

#2  Su problema…es el pecado.

—¿Qué es el pecado? El pecado es vivir de manera independiente de las normas de Dios, sabiendo lo que es correcto, pero decidiendo hacer lo malo.

“Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. (Santiago 4:17)

—¿Cuál es la consecuencia del pecado? La muerte espiritual, la separación espiritual de Dios.

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. (Romanos 6:23)

#3  La provisión divina para usted… es el Salvador.

—¿Hay algo que pueda quitar la condena del pecado? Sí. Jesús murió en la cruz para pagar personalmente por nuestros pecados.

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos 5:8)

—¿Cuál es la solución para ya no estar separados de Dios? Creer en Jesucristo como el único camino a Dios el Padre.

“Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (Juan 14:6)

#4  Su decisión… es someterse.

—Deposite su fe en (descansa en) Jesucristo como su Señor y Salvador personal y deje de confiar en las “buenas obras” como medio para ganar el favor de Dios.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”. (Efesios 2:8–9)

—Entregue a Cristo el control de su vida, y confíe su ser en sus manos.

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:24–26)

En el momento en que usted decida creer en él confiando su vida a Cristo, él le dará su Espíritu para morar en usted. El Espíritu de Cristo le dará poder para vivir la vida que Dios quiere para usted. Si desea ser completamente perdonado por el Señor y ser la persona que él quiere que sea, puede hacer una oración sencilla, pero de corazón, como la que sigue:

Oración para la salvación

“Dios, quiero tener una relación personal contigo. Reconozco que muchas veces he decidido seguir mi propio camino, y no el tuyo. Por favor, perdona mis pecados.

Jesús, gracias por morir en la cruz por mis pecados y por sufrir el castigo que yo merecía. Te pido que entres a mi vida y seas mi Señor y Salvador. Ayúdame a depender de ti y nadie más para llenar satisfacer mis necesidades. Con tu poder ayúdame a ser la persona que tu quieres que sea. En tu santo nombre. Amén”.

 

¿Qué puede esperar ahora?

Si hizo esta oración con toda sinceridad, ¡escuche lo que Dios tiene que decir!

“Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan”.

(Isaías 58:11)

D. ¿Cuál es la causa de raíz de la codependencia?

Todos fuimos creados por Dios con las tres necesidades íntimas de amor, reconocimiento y seguridad. Si esperamos o demandamos que alguien llene todas nuestras necesidades o si nos volvemos dependientes de alguien para que lo haga, hemos colocado nuestra dependencia en el lugar equivocado. La Biblia aclara de una vez por todas que:

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”.

(Filipenses 4:19)

Creencia falsa para el dependiente:

“Debo conectarme con una persona más fuerte para que me dé el sentido de amor y seguridad emocional”.

Creencia verdadera para el dependiente:

“Aunque a menudo Dios me expresa su amor a través de otros, él no quiere que me vuelva dependiente de otra persona. Mis necesidades deben animarme a sólo depender de Jesús quien puede llenar todas mis necesidades, darme relaciones interpersonales saludables y hacer que mi vida sea fructífera. Jesús dijo:

“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”. (Juan 15:5)

Creencia falsa para el codependiente:

“Tengo la responsabilidad de satisfacer las necesidades de la persona a quien amo y eso me da sentido de reconocimiento”.

Creencia correcta para el codependiente:

“Si trato de llenar todas las necesidades de cualquier persona, estoy usurpando el papel que sólo Dios puede cumplir. No puedo llenar mi necesidad de reconocimiento complaciendo a los demás, sino agradando al Señor y encontrando mi significancia en él”.

“Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables [a Dios]”.

(2 Corintios 5:9)

Pregunta: “Como consejero, ¿cómo puedo evitar que mis clientes desarrollen una dependencia irreal en mí?”

Respuesta:

—No asista a una sesión sin haber orado para que el Señor le dé sabiduría. Luego dígale a su cliente que usted dependerá del discernimiento que Dios le dé.

—No se convierta en el “salvador” de su cliente, hay un solo Salvador del mundo, ¡y no es usted!

—No esté disponible todo el tiempo, usted también tiene responsabilidades que debe atender según sus prioridades.

—No atraiga a su cliente hacia usted, sino preséntele y sea ejemplo de cómo tener una relación personal con el Señor.

—No confíe en su sabiduría personal basada en sus conocimientos o experiencias. Más bien, dependa de la suficiencia divina y anime a su cliente a hacer lo mismo.

“Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, cuya esperanza está en Jehová su Dios”. (Salmos 146:5)

IV. Pasos para encontrar la solución

El problema principal de la codependencia es la “idolatría”, es decir, darle prioridad a algo o alguien que no sea Dios. Nuestro Padre celestial nos creó y tiene planes maravillosos para nuestra vida. Él nos ama y sabe cómo suplir todas nuestras necesidades. Si estamos en una relación de codependencia:

     El excesivo cuidado de otros provoca que sus convicciones se vean afectadas.

     La excesiva lealtad hace que no tenga límites saludables.

     El excesivo “amor” le hace decir sí cuando debiera decir no.

Sin embargo, nuestro Hacedor y Maestro tiene el derecho de gobernar en nuestros corazones y en nuestras vidas. Cualquier otro sustituto es abominable idolatría. La Biblia dice:

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”.

(Deuteronomio 6:5)

A. Versículo clave para memorizar

No hay mejor versículo en la Biblia que nos ayude a ordenar nuestras prioridades, es decir, a tener nuestras relaciones en el orden correcto que el que sigue. Debemos poner las cosas más importantes primero, de lo contrario jamás tendremos la satisfacción que Dios nos quiere dar en nuestras relaciones.

“Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo”.

(Gálatas 1:10)

B.  Pasaje clave para leer y meditar

Note las dos declaraciones en este pasaje que parecen contradecirse.

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado.

Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga”.

(Gálatas 6:1–5)

¿Hay contradicción en la biblia?

     El versículo 2 dice: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros” y el 5: “Cada uno llevará su propia carga”. Estas dos oraciones parecen contradecirse entre sí, así que, ¿cuál es la correcta? Cuando analizamos cuidadosamente lo que dice la Biblia, vemos que no existe tal contradicción.

     El versículo 1 exhorta con amor a que la otra persona deje su comportamiento negativo, pero advierte en cuanto a nuestras propias tentaciones.

     En el versículo 2 la palabra griega que se traduce “carga” es bare, que significa “carga pesada”, lo cual implica algo que es demasiado aplastante y que una persona no puede llevar sin ayuda. Cuando le ayudamos a alguien a cargar algo que pesa mucho, ese gesto de amor cumple la ley de Cristo.

     En el versículo 5 la palabra griega que se traduce “carga” es fortion, que significa “la carga que alguien debe llevar”. Lo que es claro es que cuando cargamos lo que alguien más debe cargar por sí mismo, no somos sabios. Dios no nos ha llamado a aligerar las responsabilidades de los demás.

CONCLUSIÓN: Los codependientes tratan de llenar sus necesidades llevando las cargas que los demás deben llevar. Para salir de una relación de codependencia, ambas personas necesitan dejar de tratar de ser “todo en todo” de la otra persona y en lugar de ello animarse el uno al otro a asumir la responsabilidad de sus propias vidas y vivirlas dependiendo de la fortaleza del Señor.

C. Paso #1 hacia la recuperación: Confronte su codependencia

La codependencia no surge de una falla en la personalidad que no pueda cambiarse o porque sea por cuestiones genéticas. La relación de codependencia es producto de la inmadurez. Esto es algo que provee esperanza a quienes han caído en las garras de ese ciclo adictivo. El cambio nunca es fácil, pero el proceso de crecimiento está al alcance de cualquiera que desee dejar la inmadurez y llegar a la madurez.

Cualquiera puede dejar una relación de codependencia y tener relaciones saludables de reciprocidad. La palabra clave es motivación. ¿Qué tipo de motivación? Cuando el dolor que le trae su relación es mayor que el temor al abandono, hay una fuerte motivación para cambiar. Salir del dolor de la codependencia se vuelve un asunto de decisión y compromiso. Si siente que la relación en la que está ahora es una maldición y no una bendición, cuando a su alma le produce más muerte que vida, esa es una fuerte motivación para cambiar.

“…os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas… amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti”. (Deuteronomio 30:19–20)

     Enfrente el hecho de que usted es codependiente.

Admita esa realidad. Para liberarse de las garras de la codependencia, debe ser honesto consigo mismo acerca de su adicción emocional a otra persona.

Admita esa realidad ante alguien más. Identifique sus creencias y comportamientos que han perpetuado su adicción emocional y compártalas con un amigo objetivo y confiable.

Admita la verdad ante Dios. Reconozca que su adicción emocional es pecado grave delante de Dios. Luego decida confesárselo a él.

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. (Santiago 5:16)

     Confronte las consecuencias de su codependencia.

Acepte la responsabilidad de que sus experiencias y reacciones pasadas han afectado sus relaciones en la edad adulta (tales como ser manipulador, controlador, posesivo o iracundo).

Acepte la responsabilidad del dolor que se ha causado a sí mismo por causa de su codependencia (como el ser celoso, envidioso, egoísta y obsesivo).

Acepte la responsabilidad por la forma en que su codependencia ha debilitado su relación con Dios (tal como la falta de tiempo, falta de calidad en el tiempo e intimidad con él).

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia”. (Proverbios 28:13)

     Haga frente a sus emociones dolorosas.

Comprenda que sentirá dolor sin importar cuál sea su decisión. Si deja la relación de codependencia se sentirá herido, pero si permanece en ella de todos modos tendrá dolor. Sin embargo, la única esperanza de sanidad futura es dejar su estilo de vida de codependencia.

Comprenda que cuando la intensidad de la relación disminuya, experimentará una “pérdida” emocional por las altas y bajas de la relación.

Comprenda que va a necesitar el apoyo de otros para ayudarle a sufrir el dolor inicial de salirse de la relación y evitar calmar su dolor con una “adicción secundaria”.

“El ungüento y el perfume alegran el corazón, y el cordial consejo del amigo, al hombre”. (Proverbios 27:9)

     Enfrente sus “adicciones secundarias”.

Reconozca que en un esfuerzo por aminorar el dolor emocional que le provoca la relación, a menudo la codependencia provoca otras adicciones, tales como el uso de drogas, adicción sexual, comer compulsivamente o exceso en gastar dinero.

Reconozca cuáles son sus “adicciones secundarias”; luego busque consejería y apoyo espiritual para ayudarle a vencerlas.

Reconozca que la recuperación de una “adicción secundaria” depende de su recuperación de la adicción principal.

“El corazón del entendido adquiere sabiduría; y el oído de los sabios busca la ciencia”. (Proverbios 18:15)

     Enfrente su relación codependiente actual.

Reconozca su papel codependiente en la relación y deje de relacionarse a través de patrones de codependencia.

Reconozca sus comportamientos destructivos. (Escríbalos). Luego reemplácelos con conductas constructivas. (También escríbalas).

Reconozca el dolor normal del alejamiento emocional (que es común en el proceso de sanidad de cualquier adicción) y céntrese en el propósito divino sobrenatural (conformarlo al carácter de Cristo).

“Los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo”. (Romanos 8:29)

     Confronte su enfoque codependiente.

Deje de centrarse en lo que la otra persona hace y comience a enfocarse en lo que usted necesita hacer para sanar emocionalmente.

Deje de centrarse en los problemas de la otra persona y comience a centrarse en resolver los suyos (los que provocó por dejar de atender a la gente y otros proyectos en su vida).

Deje de centrarse en cambiar a la otra persona y comience a centrarse en cambiar usted.

“La ciencia del prudente está en entender su camino; mas la indiscreción de los necios es engaño”. (Proverbios 14:8)

     Enfrente sus conflictos codependientes.

No se permita caer en la trampa de enfrascarse en conversaciones acaloradas o engancharse emocionalmente con el mal comportamiento de la otra persona. Más bien repita varias veces: No voy a discutir, luego sálgase del conflicto. Decida de antemano que cuando comience a subir el tono de la discusión, usted se retirará.

No se defienda cuando se le culpe de manera injusta. Más bien diga una sola vez: “Siento mucho que te sientas así. Esa no es la intención de mi corazón”.

No tenga temor de salirse cuando el conflicto siga creciendo de tono. Diga: “Ahora regreso”. Y con toda clama váyase.

“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas” (2 Timoteo 2:23).

     Confronte sus respuestas codependientes.

Recuerde que la gente “problema” tiene derecho de decidir mal. No reaccione por su problema de comportamiento, ellos son independientes de usted.

Recuerde no devolver un insulto por otro, niéguese a alzar la voz.

Recuerde que su papel como cristiano es responder con respeto, aun cuando los demás sean irrespetuosos.

“No devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición… estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 Pedro 3:9, 15–16).

     Enfrente lo que debe dejar para poder recibir.

Deje su manera de pensar infantil e dependiente. (No puedo vivir sin ti). Luego pase a la edad adulta saludable. (Quiero que seas parte de mi vida, pero si algo sucediera, podría seguir viviendo sin ti). Esa es una verdad.

Deje la forma inmadura de pensar al ser dependiente de alguien más y fomente la necesidad madura de depender del Señor, quien le hará una persona íntegra en su interior.

Deje las relaciones fantasiosas (el modo de pensar, eres mi “todo en todo”) y fomente varias relaciones equilibradas de reciprocidad saludable.

“Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece”. (Proverbios 27:6)

     Confronte su necesidad de edificar relaciones maduras no codependientes.

Establezca varias relaciones interdependientes, no solamente una relación exclusiva. Necesita fomentar relaciones maduras en las que su problema con la codependencia pueda ser resuelto y encuentre satisfacción a sus necesidades de manera saludable.

Establezca relaciones equilibradas emocionalmente sin necesitar los extremos de altas y bajas de las relaciones de codependencia.

Establezca límites personales en todas sus relaciones, diga no cuando tenga que decir no y no cambie después.

“Por tanto… vamos adelante a la perfección”. (Hebreos 6:1)

D. Paso #2 hacia la recuperación: Dé una mirada a sus adicciones de amor del pasado

Una manera muy efectiva para confrontar las relaciones de amor de codependencia es usando la “palabra escrita”. Cuando escribe sus pensamientos, sentimientos y acciones puede tomar distancia para evaluarlos de manera objetiva. Si describe sus relaciones en papel, tendrá un mejor cuadro de ellas, podrá entenderlas y hacer un plan de recuperación. No es fácil escribir acerca de su vida, pero si no puede dar una mirada profunda a su adicción al amor, no podrá hacer cambio alguno.

Escriba la historia de sus relaciones codependientes de amor. En primer lugar, pida al Espíritu de Dios que le recuerde lo que usted necesita saber y luego que le enseñe lo que debe hacer al respecto. El le dará entendimiento y sabiduría en cuanto a cómo liberarse de las cadenas de sus adicciones y cómo vivir en su gloriosa libertad.

“El que posee entendimiento ama su alma; el que guarda la inteligencia hallará el bien”.

(Proverbios 19:8)

Haga una lista de todas las personas con las que ha tenido una relación de codependencia. Piense en los miembros de su familia y sus amigos. Escriba el nombre de cada uno al principio de cada página y luego responda las siguientes preguntas respecto a cada uno de ellos:

#1  Escriba:

—¿Cómo conoció a esa persona y por qué se sintió atraído a ella?

 

—¿Cómo logró que esa persona se sintiera atraída a usted?

 

—¿Cómo se sintió y cuáles eran sus fantasías respecto a esa persona?

 

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿Cómo cree que se sintió Dios con esa decisión?

 

—Reconozca que el Señor está dispuesto a satisfacer sus necesidades emocionales más profundas. Sin embargo, cuando nuestras prioridades han estado invertidas, la Biblia dice que es como si hubiéramos cometido adulterio espiritual:

“Y los que de vosotros escaparen se acordarán de mí entre las naciones en las cuales serán cautivos; porque yo me quebranté a causa de su corazón fornicario que se apartó de mí, y a causa de sus ojos que fornicaron tras sus ídolos; y se avergonzarán de sí mismos, a causa de los males que hicieron en todas sus abominaciones”. (Ezequiel 6:9)

#2  Escriba:

—¿Cómo pasó la relación de una etapa a otra (de la fascinación, a fantasía, neblina, temor, abandono, obsesión, frenesí)?

—¿Cómo se sintió en cada etapa?

—¿Cómo actuó en cada una de ellas?

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿En dónde falló por no tomar en cuenta a Dios en cada etapa de su vida?

—Reconozca que Dios quiere intervenir en su vida:

“¿Por qué cuando vine, no hallé a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Acaso se ha acortado mi mano para no redimir? ¿No hay en mí poder para librar? He aquí que con mi reprensión hago secar el mar; convierto los ríos en desierto; sus peces se pudren por falta de agua, y mueren de sed. Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta”. (Isaías 50:2–3)

#3  Escriba:

—¿Cuándo comenzó a preocuparse por la relación?

—¿Cómo empezó a ignorarse a sí mismo al centrar su atención en el cuidado de la otra persona?

—¿Cómo esperaba que el otro satisficiera todas sus necesidades?

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿Cómo comenzó a hacer a un lado a Dios y dejó de confiar en él?

—Reconozca que el Todopoderoso quiere que usted fructifique:

“Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña?” (Jeremías 2:21)

#4  Escriba:

—¿Cómo esa relación ha sacado a luz sus dolorosas experiencias de la niñez?

—¿Lo maltrataron en esa relación y cómo reaccionó ante ello?

—¿Cómo le afecta esa relación en el presente?

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿Cómo está Dios reemplazando (o tratando de reemplazar) sus patrones de auto-destrucción y su adicción al amor con patrones de conducta constructivos, saludables y santos?

—Reconozca que Dios quiere “re-educarlo” para que él pueda satisfacer sus necesidades más profundas y sanar sus heridas más graves:

“Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá”. (Salmos 27:10)

#5  Escriba:

—¿Cómo ha sufrido el temor, la envidia, los celos y el abandono en esa relación?

—¿Cómo llegó a darle la más alta prioridad a esa persona sobre todo lo demás?

—¿Cómo fue que el otro llegó a ser el centro de todos sus pensamientos?

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿Cómo puede hacer suya la “mente de Cristo” para derrotar los sentimientos destructivos y vivir fortalecido en los recursos de Cristo?

—Reconozca que el Señor quiere que usted tenga pensamientos divinos:

“Mas nosotros tenemos la mente de Cristo”. (1 Corintios 2:16)

#6  Escriba:

—¿Cómo se siente ahora respecto a esa persona y su relación con ella?

—¿Cómo ha cambiado su perspectiva?

—¿Cómo es que las cosas, la gente y las circunstancias fueron factores de cambio en su perspectiva?

Saque sus conclusiones después de responder:

—¿Cómo cree que Dios ha estado involucrado en cambiar su perspectiva?

—Reconozca que el Señor está deseoso de completar su plan perfecto en su vida:

“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. (Filipenses 1:6)

E.  Paso #3 hacia la recuperación: Siga el camino de las relaciones interdependientes

A todos nos gusta ver fotografías de bebés y el progreso de su crecimiento hacia la juventud. Todos los pequeños llevan dentro de sí la capacidad de crecer y madurar. ¿Por qué entonces los adultos inmaduros no pueden crecer? Ellos también pueden cambiar su inmadurez y desarrollar relaciones interpersonales maduras.

Una vez que hemos comprendido cuál es la meta de cada etapa del desarrollo para restablecer relaciones saludables, podemos iniciar el camino para lograrlo, sin depender de la ayuda de nuestros padres terrenales. Mucha gente lo ha hecho “tomándose de la mano” del Padre celestial permitiéndole que la “re-eduque”. Usted también puede hacerlo con un plan y trabajando en él con el apoyo fraternal de los demás. Es un camino demasiado importante que tiene recompensas gratificantes. Esta es la aventura que Dios quiso que usted iniciara desde el principio.

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.

(Isaías 41:10)

     Que su meta sea desarrollar una relación íntima con Dios y formar relaciones interdependientes con la gente que significan mucho para usted.

—Comprométase a involucrarse activamente en un grupo de estudio bíblico y de oración.

—Comprométase a leer la palabra de Dios todos los días y a memorizar versículos.

—Comprométase a buscar un grupo de mutua responsabilidad y una “relación con un mentor” cristiano que esté dispuesto a ayudarle, a invertir tiempo en usted de manera regular, que sea honesto con usted y le dé consejos respecto a sus relaciones.

“No dejando de congregarnos… sino exhortándonos”. (Hebreos 10:25)

     Haga un plan para alcanzar la madurez en sus relaciones.

—Pida a Dios que le ayude a discernir en dónde se ha estancado en las etapas de desarrollo de sus relaciones interpersonales.

—Pida a su mentor u otra persona sabia que le ayude a identificar sus necesidades en las relaciones (por ejemplo, compartir, resolución de problemas, escuchar, negociar).

—Pida a su grupo de ayuda que le pida cuentas para establecer metas apropiadas con el objeto de ir satisfaciendo todas sus necesidades relacionales.

“Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. (Santiago 1:4)

     Haga que su relación con sus padres sea correcta.

—Decida resolver cualquier patrón enfermizo con sus padres. Rompa cualquier lazo enfermizo y si es posible, establezca vínculos maduros con cada uno de ellos.

—Decida no enredarse de manera enfermiza, dependiente o controladora con sus padres. Si fuera necesario, sepárese emocionalmente hasta que pueda reaccionar de manera saludable sin “dependencias malsanas”.

—Decida identificar y procesar los problemas de su “familia de origen”, perdone a quienes lo han ofendido y procese sus pérdidas. Diga: “eso sucedió entonces, ahora es otro tiempo”.

“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”. (Romanos 12:19)

     Prometa ser una persona de integridad en pensamiento, palabra y obra.

—Aprenda a liberarse de los secretos familiares, rehúsese a llevarlos a cuestas por más tiempo.

—Aprenda a escuchar, a decir no, a establecer límites, a dar y recibir y a pedir de la gente lo que usted necesita. Luego practique una y otra vez estos nuevos patrones saludables de conducta.

—Aprenda a sentir sus propios sentimientos, a expresar su dolor y a tomar tiempo para pensar en lo que necesita hacer o decir. Escriba su plan de acción, ensáyelo y luego, ejecútelo.

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. (1 Pedro 1:13–15)

     Formúlese una nueva descripción de trabajo.

—Mi trabajo es discernir el carácter de una persona y responder con madurez.

—Mi trabajo es ser una persona confiable para mis amigos y familia y estar presente y atento a mis relaciones interpersonales.

—Mi trabajo es cuidar de mí mismo y ser responsable de mi vida sin herir, castigar, atacar, vengarme o mentirme a mí mismo o a los demás.

“Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días”.

(Job 27:6)

     Haga un nuevo compromiso con usted mismo.

—Haré a un lado mi yo “viejo” y egoísta porque estoy creciendo para ser una “nueva” persona centrada en Cristo.

—Intercambiaré las mentiras que he creído acerca de mí mismo por las verdades bíblicas respecto a mi vida.

—No me voy a traicionar tomando decisiones inmaduras y voy a cambiar las malas decisiones del pasado tomando decisiones buenas y maduras.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. (2 Corintios 5:17)

     Que su meta más alta sea tener relaciones maduras, no emocionales.

—Céntrese en tener relaciones en las que tenga libertad para aprender, crecer y madurar, no en relaciones de altibajos emocionales.

—Céntrese en evitar cualquier relación que pudiera disparar su tendencia codependiente y cuide su corazón de cualquier altibajo emocional.

—Céntrese en desarrollar relaciones con cristianos confiables y maduros cuyo objetivo sea ser como Cristo.

—Fue durante una época muy dura de prueba que Jonatán, el mejor amigo de David:

“… fortaleció su mano en Dios”. (1 Samuel 23:16)

 

 

F.  Paso #4 hacia la recuperación: Encuentre el camino hacia la libertad

Cuando se comporta de manera codependiente, está tratando de satisfacer sus necesidades a través del impulso de “hacerlo todo” o bien siendo el “todo en todo” de otra persona. Sin embargo, usted puede transitar por “el camino hacia la recuperación” liberando su deseo de controlar o de cambiar a la persona que usted ama.

Libérese

Reconozca que usted es dependiente de la otra persona y ponga su confianza en Dios.

Admita que la codependencia es un pecado.

     Pida a Dios que él le dé el deseo de ponerlo a él primero y agradarlo en todas sus relaciones.

     Decida buscar al Señor para que él llene sus necesidades de amor, significancia y seguridad.

     Acepte que Dios no lo creó para llenar todas las necesidades de otra persona.

“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas”. Deuteronomio 6:5)

Examine sus patrones de pensamiento codependiente.

No piense que la semejanza con Cristo consiste en agradar a otras personas.

     No piense que su papel principal siempre será el de guardar la paz.

     No tenga miedo a perder el amor de los demás cuando les permite sufrir las consecuencias de sus acciones negativas.

     No diga sí cuando en realidad cree que debe decir no.

“He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprende sabiduría”. (Salmos 51:6)

Libérese de su mentalidad “súper responsable”.

Confiese que está tratando de ser Dios en la vida de otra persona.

     Confíe en el Señor para que actúe activamente en la vida de su ser querido.

     Acepte que no puede obligar al otro a ser confiable y responsable.

     Descanse en el control soberano de Dios sobre todos los acontecimientos, gente y circunstancias.

“Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo”. (Éxodo 18:17–18)

Perdone a los que lo hirieron en el pasado.

Reflexione en el abuso verbal, emocional, físico o sexual que haya experimentado en el pasado.

     ¿Qué cosas han sido injustas y dolorosas en su vida?

     ¿A quién necesita perdonar?

     ¿Está dispuesto a dejar en manos de Dios a esa persona y el dolor que le causó?

     Decida perdonar siempre que vuelvan a surgir en su mente los sentimientos de ira.

“Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. (Colosenses 3:13)

Oración de perdón

“Dios, tú conoces el dolor que sufrí en el pasado. No quiero seguir llevando este dolor por el resto de mi vida. Me libero de (la lista de heridas), las pongo en tus manos y te pido que sanes el dolor emocional de mi corazón. Señor, tú sabes lo que (nombre a la persona) ha hecho para lastimarme. Decido voluntariamente perdonar a (nombre de la persona). Libero a (nombre de la persona) de mi cadena emocional y lo pongo en tus manos. Gracias, Señor Jesús por liberarme. Oro en tu santo nombre. Amén.”

Aprópiese de su identidad en Cristo.

Aprenda a vivir con base en sus recursos en Cristo Jesús.

     Conozca la verdad de que: “Puedo ser emocionalmente libre porque Cristo vive en mí”.

“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. (Juan 8:36)

     Crea esta verdad: “Puedo cambiar mi dependencia de la gente a través del poder de Cristo en mí”.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. (Filipenses 4:13)

     Aprópiese de esta verdad: “Tendré relaciones saludables y piadosas porque en Cristo he recibido la naturaleza divina”.

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”. (2 Pedro 1:3–4)

 

Establezca límites saludables.

Comunique la necesidad de un cambio.

“Reconozco que no he estado reaccionando de manera saludable. He sido demasiado dependiente de ti para que satisfagas mis necesidades. Y yo he tratado de satisfacer las tuyas. Me he comprometido a tener una relación más saludable poniendo a Dios en primer lugar de mi vida. Sé que he tenido reacciones negativas hacia ti, pero estoy intentando reaccionar de manera positiva y tomar las decisiones adecuadas con base a lo que es correcto ante los ojos de Dios”.

     Establezca todo aquello en lo que debe pedir perdón.

     “Reconozco que me equivoqué en  (no haber hablado cuando debía, o no haber sido la persona que debía ser en esta relación…). ¿Me perdonas?

     Establezca cuáles son los límites de su responsabilidad.

     “Me siento responsable por . Pero no soy responsable de  (hacerte feliz, hacerte sentir reconocido…). Quiero que seas feliz, pero no tengo el poder para hacerlo”.

     Establezca cuáles serán los límites.

     “Quiero hacer contigo y a favor tuyo , pero no siento que Dios me haya llamado a -hacerlo”.

“El avisado ve el mal y se esconde; mas los simples pasan y llevan el daño”. (Proverbios 27:12)

Intercambie su enfoque emocional por uno espiritual.

Haga de Dios y de su crecimiento espiritual su más alta prioridad.

     Asista a un estudio bíblico intensivo para aprender lo que Dios quiere de usted y para crecer espiritualmente con el pueblo del Señor.

     Memorice porciones de la Biblia para guardar la palabra de Dios en su corazón y aprenda la voluntad divina.

     Dirija sus pensamientos al Señor y dé “caminatas de oración” (hablando en voz alta al Altísimo mientras camina diariamente por su vecindario o en el parque).

“Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino”. (Salmos 119:35–37)

La cura para la codependencia se encuentra en una relación creciente y profunda con el Señor. Cuanto más se acerque a él, de manera natural se irá conformando a su carácter divino. Al permitir que el Todopoderoso Dios viva en usted, usted podrá vivir con el poder divino. Eso significa que puesto que Cristo no fue codependiente usted tiene ese mismo poder para liberarse de la codependencia.

“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

(Juan 16:33)

Oración de la codependencia

“Señor Jesús, renuncio a la mentira de que me pueden abandonar o de sentirme solo.

—Gracias porque tú nunca me abandonarás ni me dejarás sin tu apoyo.

—Gracias porque sin importar lo que pase, las circunstancias que me rodeen, o quien esté cerca de mí o no, tú siempre estarás conmigo para satisfacer todas mis necesidades.

—Gracias porque tus planes para mí son para mi bien y tú los cumplirás todos.

—Gracias por que tú no dependes de nada ni de nadie sino de ti mismo para cumplir tus buenos planes en mi vida.

Confío en que tú y solo tú me darán el significado y el propósito de una vida plena.

En tu santo nombre. Amén.”

G. Ayuda en una relación enfermiza

Te libero

Liberarte no es dejar de amarte,

sino es amarte lo suficiente como para dejar de depender de ti.

Liberarte no es dejar de interesarme por ti,

sino cuidarte lo suficiente como para dejar de controlarte.

Liberarte no es darte la espalda,

sino darle la cara a Cristo, confiando en su control sobre ti.

Liberarte no es dañarte,

sino reconocer que “mi ayuda” ha sido dañina.

Liberarte no es lastimarte,

sino estar dispuesto a ser herido para ser sanado.

Liberarte no es juzgarte,

sino dejar que el Juez divino me juzgue a mí.

Liberarte no es restringirte,

sino restringir mis demandas sobre ti.

Liberarte no es rechazarte,

sino dejar que vivas la realidad.

Liberarte no es arrancarme de ti,

sino podar lo que no ha sido fructífero en mí.

Liberarte no es comprobar mi poder sobre ti,

sino reconocer que no tengo el poder de cambiarte.

Liberarte no es dejar de creer en ti,

sino creer que sólo el Señor fortalecerá tu carácter.

Liberarte no es condenar el pasado,

es disfrutar del presente y entregar nuestro futuro a Dios.

—June Hunt

 

Mi compromiso porque cristo vive en mi

Puesto que Jesús vive en mí,

… venceré la codependencia.

Puesto que Cristo no fue alguien que quería “agradar a la gente”,

… yo tampoco lo haré.

Puesto que Cristo no cambió sus convicciones,

… yo tampoco sucumbiré.

Puesto que Cristo mantuvo límites saludables,

… yo también los tendré.

Puesto que Cristo resistió la presión,

… yo no me dejaré presionar.

Puesto que Jesús vive en mí,

… ¡venceré la codependencia!

—June Hunt

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.

(Gálatas 2:20)


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